miércoles, 14 de noviembre de 2012

Todo por la cosa

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Yo creo que no es cosa del chico. No se trata de cebarse con él, no. Está como tantos otros, confuso, pillado entre la espada histórica y la pared semántica. Ya saben de qué va: cuando le han preguntado al joven jugador del Athletic Club de Bilbao, en su comparecencia en rueda de prensa como debutante en un partido de la selección española, no ha sabido, podido o querido decir en representación de quién estaba allí.

"Nosotros venimos aquí a competir, ¿no? Bueno, sabemos que va a ser un partido, eh, que no es de clasificación ni nada, pero, bueno, sabemos que nosotros, eh,   representamos a... [pausa dubitativa] una cosa, que... bueno, que tenemos que darlo todo..."*

Esas han sido sus dubitativas palabras. La novatada. Luego, con el tiempo y las comparecencias, le va cogiendo uno el truquillo y se aprende a circunvalar —como un centro de ciudad atascada— la palabra problemática y el concepto pecaminoso: "España". Se aprende el repertorio de tópicos alusivos y elusivos, a decir una cosa en lugar de otra, es decir, el arte del manejo de las figuras retóricas que desde que se inventaron en la Grecia antigua y se desarrollaron en la Roma imperial han servido para salvarle el trasero a más de uno. ¡A dónde iríamos a parar sin ellas! 

Un poco del "todo por la parte", otro poco de "la parte por el todo", que si un poco de metáfora, que si un pelín de sinécdoque, y ¡voila! puedes vivir en un "reino" al que no llamas "reino" —aunque tenga un rey y así lo ponga en la Constitución—, que se llama "España" pero al que llamas "Estado español", con un gobierno al que llamas "Madrid". Tú eres el "pueblo" y los demás son el "estado"; tú eres una nación y los demás son..., pues... "la cosa", como en las películas de ciencia ficción, en las que siempre se preguntan si es real o sobrenatural, si es de aquí o si viene del espacio exterior. No está mal: "la cosa".
Al final no eres Leviatán, como quería Hobbes, sino Godzilla aterrorizando a la población, corriendo de calle en calle, pisándolo todo antes de que vengan los héroes y te bombardeen y acabes sumergiéndote en retirada en el fondo de un mar piscinero. Eres un engendro, un conglomerado de partes asimétricas con (mala) voluntad propia. Eres las manos de Orlac, que intentan estrangularse ellas solas. Eres el monstruo de Víctor Frankenstein con rechazo en alguno de sus miembros trasplantados. Eres el parásito cósmico que llegó en un meteorito y siembra el pánico. Eres el invasor blandiblup que cuando se cabrea se pone tonto y te canta un himno o te planta una bandera en un balcón. Eres... ¡la cosa!


Creo que no hay otro país en el mundo —no voy a incurrir en el error de decir "país civilizado", algo que hace tiempo que no debemos mencionar— que esté sometido a un proceso de debilitamiento institucional y mental como el que vivimos. Sinceramente, cuesta mucho enfrentarse a los titulares de cada día sin un sentimiento pendular entre la risa y el llanto. Nos obligan a vivir entre el sarcasmo y la desesperación, en ese reír por no llorar.
Hemos creado un monstruo entre todos, esa "cosa" de nombre impronunciable, tabú, yu-yu, palabra prohibida, concepto pecaminoso del que hay que ir a confesarse : "—¡Padre, me acuso de pensar en España!". "—¿Cuántas veces, hijo?"


No es justo meterse con el joven jugador por dudar de a quién representa porque la duda se la han metido dentro de su cabeza, como a tantos otros, desde la cuna. No es justo ensañarse con él cuando tenemos un país lleno de políticos bocazas e incompetentes que presumen de que les viene bien la debilidad de España por la crisis económica para su fines, que van a llorar a Bruselas porque dicen que les quieren "invadir", que se quejan de que vuelan por encima de "ellos" aviones militares, que les "roban", y una sarta permanente de estupideces producidas por un malentendido y abusivo sentido de la democracia por parte de quienes lo dicen y, sobre todo, de quienes durante décadas han sido incapaces de contestarles adecuadamente o de ignorarles elegantemente mediante acuerdos. No es de extrañar que dude. No hay que crucificarle, sino verle como una muestra de los efectos de toda esta sarta de tonterías y despropósitos en los que llevamos metidos varias décadas, desde que la política española se convirtió en un lucha a cara de perro sin sentido del estado, sin sentido nacional, tan solo en una incompetente lucha por el poder, algo que se conquista y se reparte para mayor gloria del partido reinante, que no gobernante. No se hace política, sino que se lucha políticamente usando la instituciones como trincheras. Y así no se hace un país ni se resuelven sus problemas.
Carecemos de políticos estadistas, de personas que, como se decía antes, "tengan el Estado en la cabeza". Aquí la cabeza se usa para meter goles. Lo importante es que la "roja" —para no ofender a nadie con lo de la "selección nacional"— gane y que "nuestros muchachos" suden la camiseta, sí, que den "todo por la cosa".

* "Susaeta: 'Representamos a... una cosa'" El Mundo 13/11/2012 http://www.elmundo.es/elmundodeporte/2012/11/13/futbol/1352795447.html?a=365b505470178ba05955949dc76eb4f8&t=1352836516&numero=





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.