lunes, 17 de septiembre de 2012

Los generales o la confusión de las lenguas

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hace unas semanas me repuse en mi cine de verano particular y unipersonal la película de Anatole Litvak, "La noche de los generales" (1966), una coproducción anglo-francesa, que, de vez en cuando, aparecía en mis programas dobles juveniles por los cines de mi barrio. La película comienza con el asesinato de una prostituta durante la ocupación alemana de Varsovia. Un testigo de la huida del asesino solo ha podido dar un detalle: la raya roja del pantalón del uniforme de los generales del ejército alemán.
Un oficial alemán, policía militar —encarnado por el egipcio Omar Sharif—, realizará su investigación entre los tres generales alemanes presentes en la ciudad, cada uno de ellos con personalidades muy distintas, uno fiel hitleriano y los otros dos que acabarán conspirando contra el Führer en la "operación valkiria". Uno de ellos será el asesino y  repetirá un crimen similar en el París ocupado, dos años después. Allí, el oficial alemán trabará amistad con un policía francés y tratarán ambos, por encima de la guerra que les enfrenta, de desentrañar los sádicos y feroces crímenes.

Peter O'Toole, el General Tanz

Los crímenes quedan sin resolver y la investigación llegará más allá de la guerra, lo que servirá para recuperar a los personajes ya sin su uniforme militar. El nuevo escenario de la indagación policial será la Alemania del "milagro" en los años sesenta, un mundo próspero.
En una de los momentos de la investigación final por el nuevo asesinato de otra prostituta, el policía francés, el inspector Morand (Philippe Noiret), que sigue el caso en recuerdo de su amistad con el investigador alemán, llega hasta una gran fábrica —en la que se montan automóviles Volkswagen— para interrogar al director, antiguo combatiente.
Atraviesan ambos la zona de trabajo camino de la oficina. Los operarios se mueven con las carretillas mecánicas y llevando piezas de un lugar a otro.

—¡Avanti, presto, presto! Perdone usted, Inspector. Ahora contratamos muchos extranjeros. Ya no se encuentran alemanes para los trabajos duros.

Entran en la oficia del director. Al fondo, por la ventana, se ven cientos de coches aparcados y subidos a vagones de tren, listos para partir hacia su destino comercial. La gran fábrica alemana está de nuevo en marcha. Alguien llama a la puerta. Un hombre moreno con bata blanca trae unos papeles para firmar.

Perdón, señor. Esto tiene cierta urgencia —dice en claro portugués.
—¡Ah, muito obrigado! —contesta— ¡Hasta he de hablar portugués! Menos mal que pronto todo será automático... ¡Excepto el director, claro!

Philippe Noiret (inspector Morand) y John Gregson (Coronel Sandauer)

La escena es interesante por varios motivos. El primero de ellos es por la situación en sí: una Alemania rica, dividida y ocupada, que se ha rehecho de la guerra y cuyos  nuevos "invasores" son ahora los trabajadores que van a ocupar los empleos "duros". El comentario del antiguo militar (y nazi) al policía francés muestra su rechazo a tener que recibir extranjeros y aprender sus idiomas. Menos mal, señala, que la automatización hará que se pueda prescindir de ellos pronto.
Pero había algo que me daba vueltas en la cabeza al volver a escuchar esto en mi ordenador para  recuperar las palabras exactas y extraer las imágenes para este post. Y decidí volver a ver el fragmento tal como lo vi la vez anterior, en su versión original inglesa.
Al repetir la escena en su idioma de rodaje, la cosa cambia. El hombre de la bata blanca ya no habla portugués, sino correcto español:

¡Perdone, señor; esto es urgente! —dice al entrar.
¡Ah, gracias, gracias! —le responde en español el ex militar alemán.

Cuando el sonriente y servicial joven de la bata blanca —antes portugués y ahora español— sale del despacho, con un cierto tono de derrota y hastío, el director le dice al policía francés:

—I'm also learnig spanish...



¡Una sorpresa, desde luego! No hace falta decir qué es lo que pasó por mi mente cuando entró en el despacho el joven de la bata blanca y se dirigió en español al directivo de la fábrica.

No sé cómo llamar a esta forma de "censura" (¿vergüenza?) que se hizo en España con el doblaje de la película. No puede haber la más mínima duda sobre que es intencionado. Se transformó al "español" en "portugués" para evitar que aquí se viera esa situación como humillante en nuestras salas de cine. El desprecio del ex militar es claro. El directivo puede hacer los comentarios que hace al inspector francés porque allí no hay inmigrantes "franceses"; solo "italianos" y "españoles" (y "portugueses" según el doblaje español). La mano de obra viene siempre del Sur. El "milagro alemán" ya se hizo con la presión de la  miseria  en el sur, que se tuvo que ir al norte. Repetimos la historia.


Creo que es interesante que lo conozcan todos aquellos que frivolizan con el tema de la emigración, aquellos que la llaman "movilidad" y la consideran, científicamente, como el proceso natural de los ajustes del mercado laboral, como un traslado de conocimiento de donde no es necesario a donde sí lo es. Me parece un ejercicio de cinismo político y de cursilería tecnocrática.


Creo que se ha tratado de ocultar demasiado nuestro muy reciente pasado migratorio. Recuperarlo y conocerlo —sobre todo por los más jóvenes— nos debería ayudar a evitar su repetición y a tratar mejor a la inmigración que hemos recibido estos años. Las palabras del directivo alemán —ya no se encuentran alemanes que quieran hacer el trabajo duro— las hemos escuchado demasiadas veces aquí en castellano. Somos un país de inmigrantes y emigrantes. Y no se debe olvidar en ninguno de los dos casos; ni por los que se van, ni por lo que llegan.

La vergüenza no debería ser nunca del que se ve obligado a emigrar, sino del que no consigue que se creen o no le importa crear las condiciones para que nadie que no quiera tenga que abandonar su país y familia.
En la película, el directivo alemán se quejaba de tener que aprender español e italiano. Hoy hacemos colas para aprender su idioma. Me llamaron hace un par de días para informarme de que se acababa de abrir una academia de chino en mi pueblo. Me enteré también de que ya tenemos un colegio bilingüe chino-español, algo que no sabía.
Y así los españoles ya tenemos dos colas que hacer: la del paro y la de la matrícula de los idiomas. Antes de que se automatice todo, claro.

Omar Sharif, el  oficial investigador, mayor Grau

El novelista Joseph Kewssel, autor del guión

Hans Hellmtut Kirst, autor de la novela original


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