lunes, 24 de septiembre de 2012

Enigma

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En 1966, la colección de bolsillo de Alianza publicó una obrita de escritos varios bajo el título Experiencia de la vida. Lo componían diversos artículos escritos por algunos de los nombres más significativos de la vida cultural española del siglo XX: Azorín, Pedro Laín Entralgo, Julián Marías, José Luis López Aranguren y Ramón Menéndez Pidal. Desde su óptica, tratan de explicar qué es eso que se llama "experiencia de la vida", algo diferente —según señala Julián Marías en la Introducción— a una "vida de experiencias". La capacidad de pensarse como persona no está al alcance de cualquiera, requiere un esfuerzo y voluntad. Señala Marías:

Cada cual, desde su propia experiencia vital, tiene que preguntarse por la experiencia de la vida. La suma de esos esfuerzos, si fuesen auténticos, permitiría acaso descifrar el enigma; porque se trata, no lo dudemos, de una realidad enigmática y arcana como pocas. (15)*


No es fácil pensarse desde dentro y solo desde dentro, en cambio, puede uno pensarse. Si la vida nos ha marcado con experiencias, es desde ellas desde donde pensamos. Pero nadie nos dice que seamos un misterio que resolver, sino tan solo un misterio o enigma en el que pensar. Acostumbrados a tener recompensas por todo, no concebimos un esfuerzo sin gratificación. Sin embargo, adentrarse en el misterio de uno mismo es una aventura que pocos aceptan. Pensarse es el único acto que no garantiza ni la felicidad ni la paz ni el éxito. Tampoco un conocimiento real; nada más frecuente y natural que el autoengaño. Tan solo una voluntad, un deseo de acercarse al enigma que somos, es lo que necesitamos. Y es mucho.
¿Somos un enigma para los demás, para los que nos piensan desde fuera? Creo no. Eso no significa que nos conozcan, sino que solo necesitan unos pocos elementos para clasificarnos. "Clasificar" no es "conocer"; son operaciones mentales de orden distinto destinadas a resolver nuestras propias actuaciones. "Clasificar" a la personas es obtener el conocimiento suficiente para saber dónde colocarlas en nuestra propia vida. Puro pragmatismo.


Solemos quejarnos de que los demás nos conocen poco. No lamentamos generalmente, en cambio, el poco conocimiento que tenemos de los demás, a los que reducimos a aquella información que necesitamos. No suelen importarnos mucho más. Pero los demás forman parte de esa "experiencia de vida" que me moldea. La experiencia es necesariamente experiencia de los demás y con los demás; no hay forma adentrarse en el enigma propio más que encontrándonos con ellos.

Nos resulta cada vez más enigmático conocernos porque carecemos de la capacidad de conocer a los otros, que son la puerta de acceso a los rincones más escondidos de nosotros mismos. Cuanto menos conocemos a los demás, menos nos conocemos, más enigmáticos nos resultamos. Y cuanto menos nos conocemos, menos capacitados estamos para conocer a los demás. Por eso una sociedad egoísta —al igual que las personas— es una sociedad que está incapacitada para conocerse, ni tan siquiera está interesada en profundizar en sí misma. No hace sino fabricarse representaciones con las que tapar su desnudez moral.
La experiencia no es tampoco la acción, no es vivir intensamente una vida aventurera y extrema. Los que necesitan de las sensaciones intensas para sentirse vivos es que están medio muertos, insensibles. La "experiencia" es la percepción trastocada, la capacidad de volver visible lo invisible, es decir, eliminar las barreras y automatismos que nos impiden vivir sintiendo, experimentando la vida. Pensar el enigma es, sobre todo, pensar, poner en marcha la maquinaria apagada.
Entre el misterio de la vida y la vida como misterio, está la vida como experiencia, la que es, no otra, con  sentido, interrogada para que no se desperdicie en las rutinas y vacíos. Somos enigmas recíprocos, mal resueltos por los tópicos. 
Puede que no seamos un enigma interesante; pero eso carece de importancia. Somos nuestro propio valioso misterio, el que no se desvela nunca.

*  AA VV (1969 2ª ed): Experiencia de la vida. Alianza, Madrid.
[Imagen superior: Al Farrow, escultura sobre una pintura de Egon Schiele]




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