sábado, 22 de septiembre de 2012

El "tupper" y el panóptico o cómo engordar gastos en tiempos de crisis

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La nota hecha pública por el Consejo de Directores de Colegios Públicos de Educación Infantil, Primaria y Especial de la Comunidad de Madrid con "recomendaciones" sobre la cuestión denominada del "tupper" es uno de los mayores despropósitos vistos en mucho tiempo y revela alguno de los elementos que anunciamos que ocurrirían cuando tratamos por primera vez este asunto [ver entrada]: la primacía de los intereses sectoriales y gremiales sobre los ciudadanos.
Lo que han hecho con esa nota es tratar de evitarse un problema que tenían resuelto mediante las contrataciones de servicios externos, el encargarse de las comidas escolares. El que la diferencia entre que te den de comer y que seas tú quien lleves la comida sea tan solo de un euro, según señala la nota de Europa Press recogida por el diario El Mundo*, no es más que la evidencia de que todo lo que sigue o antecede son tan solo formas de presión disuasorias para evitar que las familias puedan abordar lo que es su exclusiva responsabilidad, la alimentación de su hijos, y que ceden voluntariamente a los centro cuando dejan que coman en los centros.

Según la nota, se da el increíble vuelco de considerar que son los centros los que deben supervisar lo que los niños comen en nombre de una presunta alimentación "perfecta" que es la que se le da en los colegios y que se anima a exigir en nombre de alguna especie de colectivismo auténticamente soviético en una comunidad tan liberal como la madrileña. La Comunidad les ha exigido que tengan una "solución" para aplicar a los casos de los niños que se presenten con la comida de casa y la nota es el "resultado" de los responsables de los centros, las "recomendaciones" a los Consejos Escolares, punto de reunión de padres, profesorado y personal.
Señala la nota informativa de los acuerdos:

El Consejo de Directores de Colegios Públicos de Educación Infantil, Primaria y Especial de la Comunidad de Madrid ha elaborado una serie de recomendaciones para que los consejos escolares afronten con más facilidad la posibilidad de que los alumnos acudan con la comida elaborada de casa y han aconsejado a los centros que cobren una media de 3,8 euros por este servicio.
Esto supondría pagar sólo un euro menos que si los padres llevaran a los niños al comedor escolar.
Así consta en una circular enviada a los centros, en la que han fijado el precio estimativo que podrían cobrar los centros a los niños que acuden con 'tupper'.
Estos 3,8 euros se desglosan en 2,50 euros por la vigilancia y 1,30 euros por la gestión del comedor -en este concepto se puede incluir la energía (luz y gas), la utilización del menaje o el servicio de limpieza-. *

El modelo de cárcel  panóptica de Bentham
Es un desglose infame, pues la "vigilancia" es siempre responsabilidad del centro, absoluto responsable de lo que pueda ocurrir allí mientras los alumnos estén en él, y la "energía", cobrada a ese precio por persona y hora, haría levantarse en armas a la población si tuviera ese precio. 
Jeremy Bentham, el utilitarista inglés, habría propuesto su "panóptico" carcelario para reducir costes en la vigilancia de los niños, pero aquí no se trata de reducir costes, sino de "aumentarlos" para disuadir a los padres de que envíen a los niños con comida al centro. Una curiosa forma de combatir recortes: aumentar gastos.
El desglose es absurdo porque se trata más de una declaración "política" sobre las cuestiones de las que se hacen responsables los centros. Y está clarísimo que los centros no quieren hacerse cargo de los niños durante la hora de la comida, por más que tengan las instalaciones o lugares en los que se podrían desarrollar esas actividades.
Pero el absurdo roza lo kafkiano (más El Castillo que La metamorfosis) cuando se señala:

Respecto al menú, para asegurar una alimentación "equilibrada, saludable y variada", el centro podría entregar al alumno el menú mensual y las familias deberán traer la comida que indica el menú para cada día.*


El uso del "podría" —para el centro— y el "deberán" —para las familias— es revelador de que el problema está en los centros, que son los que claramente no quieren hacerse cargo de los alumnos durante las comidas. La forma es la amenaza de extender el control hasta la misma cocina de casa, en el que el Centro decidirá qué se debe cocinar. El panóptico aumenta su radio de amenaza en la vigilancia. Lo que han hecho es ponerle precio disuasorio a su vigilancia y el aviso de que no solo se entrará en cómo debe llevarse la comida —algo sobre lo que también regulan—, sino qué debe comerse. ¡Es tan absurdo! ¡Y tan descarado!

La Comunidad les ha dicho que busquen un solución y esto es lo que les ha salido: un puñado de medidas escandalosamente y vergonzosamente disuasorias. ¿Qué van a hacer con los alumnos que lleven macarrones en vez de espaguetis? ¿Expulsarlos, dejarlos sin comer, multas...? ¿Latigazos a los que lleven bocadillos?
La cuestión del tupper es relevante por dos razones. La primera se refiere al número de familias a las que es muy gravoso el pagar el comedor de sus hijos. Esta cuestión afecta a las propias familias, que carecen de los recursos y ven cómo se han recortado también el dinero disponible para las becas de comedor, pero también al importante "negocio" externo de la comida, generado alrededor de los comedores escolares. Este incluye a la empresas en sí y a los "expertos" que viven de organizar esas comidas para justificar su "eficacia alimenticia".
La segunda cuestión afecta a los centros mismos, que no quieren hacerse cargo de controlar no ya las comidas, sino la "acción de comer" de los alumnos del centro. Este es un problema, vamos a decirlo así, "laboral", pero importante porque la nota es de los directores de centros, pero no de los "profesores". ¿Debe entenderse que lo que dicen es la opinión general del centro o solo la oficial desde la dirección? ¿Están todos de acuerdo?
No es lo mismo "oponerse a los recortes" que estar del lado de los "recortados". Las víctimas de esto son las personas que no tienen recursos —están en paro, no les llega el sueldo, lo que sea— para pagar las comidas en los centros y que se ven doblemente atacados al impedírseles "recuperar" (sí, no debe olvidarse, recuperar) su responsabilidad respecto a la alimentación. 
Puedo entender que el centro diga claramente que no asume la responsabilidad; lo que no puedo entender es este juego cínico e hipócrita de la obstrucción disuasoria. Y es que eso es lo que es. No se trata de solucionar un problema, sino de crear más problemas para tratar de evitar que les caigan encima.


Uno de los males de la sociedad española es que confunde la "organización social" con la "movilización social". Se ha debatido mucho esto en el 15-M. Nos encanta salir todos juntos a protestar o a defender algo detrás de una pancarta, banderola o líder, pero somos incapaces de sentarnos dos horas a plantear alternativas a los problemas implicándonos en las soluciones. Son las familias afectadas las que deberían estar reunidas para tratar de alcanzar soluciones reales a la situación de cada centro. Que las únicas soluciones propuestas —al menos que yo haya visto publicadas— sean las notas negativas de los "expertos" y los centros en algo que afecta a tanta gente, no deja de ser escandaloso sobre nuestra falta de iniciativa social. Seguimos considerando que es más efectivo el ruido que la palabra. Hay que darle la vuelta a la cacerola.

Las soluciones que demos son las que nos mostrarán como una sociedad civil solidaria que entiende que está en su mano proponer soluciones y asumir sus responsabilidades llevándolas a cabo o, por el contrario, seguir siendo la sociedad clientelar y amorfa, a la que se mueve y manipula en direcciones diferentes según los intereses creados, incapaz de resolver nada más allá de la queja o el lamento. Estamos siempre a los pies de los demás.
Sigo pensando que se carece de una vertebración social real, capaz de enfrentarse a los problemas como lo hacen en otros países —a los que ya no queremos parecernos—, con sus propias iniciativas sociales.
Hay muchos intereses en que esto no sea así. Siempre es gratificante tener una cola de personas pidiéndote soluciones. Te hace sentir importante.

* "Los directores recomiendan cobrar 3,8 euros a los niños que lleven 'tupper'" El Mundo 21/09/2012 http://www.elmundo.es/elmundo/2012/09/21/madrid/1348238652.html





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