viernes, 21 de septiembre de 2012

El gato con botas y la libra de Bristol

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Algo pasa con el dinero. Hace un par de días hablábamos de la posibilidad de pagar con oro en Utah la compra de un coche o un café mediante una tarjeta de crédito válida en la zona y la presentación de propuestas similares en otros estados de la Unión. Otros días nos hablan de la proliferación de intercambios y trueques de mercancías o trabajo en distintos lugares del mundo. Hoy el diario El Mundo no informa de la creación de dinero local, una libra propia, en la ciudad británica de Bristol:

El apoyo del Ayuntamiento local ha sido decisivo para el salto cualitativo. El respaldo del Bristol Credit Union, que actúa como depositario y garante de las primeras 85.000 libras locales en circulación, fue también fundamental para superar los recelos iniciales del Banco de Inglaterra. Pero lo más importante ha sido sin duda el impulso de 300 comercios locales y de miles de ciudadanos, que se han comprometido no sólo a usar los nuevos billetes, sino a abrir cuentas personales de libra electrónica de Brixton usando el innovador sistema de 'pago por SMS' (txt2pay).*


Desde el intercambio de objetos materiales en el trueque al pago con monedas de oro o plata, de la creación del papel moneda contra un depósito hasta la actuales transacciones electrónicas, se ha buscado extender la acción del dinero. La creación del euro no es más que la posibilidad de comprar en muchos más lugares, establecer un territorio, la "eurozona".
—¡Hombre, hoy invito yo con este euro "alemán"! —decía ayer con sorna una compañera tras rebuscar y encontrarlo en su portamonedas en la cafetería de la facultad.

Billete de 5 libras de Bristol

Una moneda no es solo un valor sino unos límites, una zona de acción en la que es aceptada. El euro que se acuñó en Alemania terminó en una Facultad madrileña, pequeña compensación de los miles de millones de euros que han emigrado este verano desde aquí hacia zonas más "frescas" del norte de Europa. Puede que ese euro haya dado más vueltas por Europa que el turista más viajero imaginable. Al dinero, según parece, le gusta viajar; algunos dirían incluso, siguiendo la expresión coloquial, que tiene "culo de mal asiento".

La creación de dinero local, como la "libra de Bristol" , es todo lo contrario. La base de su éxito y su objetivo es que no salga de Bristol. ¿Por qué hacemos monedas viajeras, monedas de siete leguas, como el famoso gato del cuento? Evidentemente, para llegar más lejos, para poder gastar nuestro dinero en cuantas más partes mejor. El dinero nos da libertad... cuando lo tenemos. La libertad del pobre es elegir el rico al que mirar.
El dinero local es un compromiso de gastar localmente. Y es que el dinero se ha estado viendo casi siempre desde la perspectiva de la movilidad, pero no tanto desde los efectos de los lugares de los que se va. 
El dinero que nos gastamos fuera de nuestros ámbitos nos amplía las ofertas de consumo, sí. Podemos elegir entre una mayor variedad de cosas; pero se concentra en lugares alejados o se dispersa por muchos otros. Y luego hay que intentar atraerlo. Sale con facilidad, pero regresa con mucho esfuerzo.
Cuando usted decide que hay ciertos gastos que realiza en su entorno más inmediato, en vez de comprar en cualquier otro sitio, está evitando que esa riqueza se disperse y deje de tener eficacia "local". Es fácil de entender y lo hacemos intuitivamente. 
Yo voy casi exclusivamente al cine de mi pueblo, sacrificando mi libertad de poder disponer de una oferta mucho mayor de películas fuera, porque tengo más interés en que ese cine siga abierto y que esos chicos tan majos que están trabajando allí puedan tener su sueldo asegurado. Soy libre de irme a cualquier otro cine que probablemente tenga muchas otras películas que me interese ver más que la oferta reducida de un solo cine con sus siete salas. Pero además de ver películas, me gusta ver la cara de las personas que me recogen la entrada en cada sesión y saludarles.


Todos somos conscientes de que consumir los productos de nuestro entorno crea riqueza en nuestro entorno. Si además de consumir los productos de cualquier parte del mundo, gracias a la globalización económica, el dinero puede fluir más libremente hacia todos los lugares, el efecto centrífugo se multiplica. Levantar las barreras de productos y capitales para favorecer la circulación libre tiene ventajas e inconvenientes. 
Cuando todos estamos comprobando que la destrucción del empleo en muchas zonas es una de ellas, cambiamos nuestra perspectiva de esa libertad como un beneficio económico y dejamos de pensar como consumidores egocéntricos; empezamos a pensar socialmente. Esto no lo suelen recoger los manuales que parten de ese ente abstracto, calculador y cosmopolita, dieciochesco, que es el homo economicus.
No me duele decir que suelo ser más sentimental que racional en muchos gastos, es decir, confesarme directamente idiota, según los parámetros clásicos. Puede que me arruine antes, pero viviré algo más feliz porque me causa, en cambio, mucha infelicidad y depresión comprobar que mis lugares cercanos de compra están cerrados o que cada vez hay menos dependientes que conozco.


La libra local de Bristol es —frente a las botas de siete leguas del capital que está instantáneamente en cualquier lugar del mundo, que se recoge aquí y se invierte en Sebastopol o en el quinto Congo, como se decía antes—, ponerle pies de plomo para que cree riqueza en el ámbito local. Si tienes una moneda que no vale más allá de los cien metros de la salida de Bristol, circulará solamente por los límites de la ciudad. Pasando de mano en mano, esas 85.000 libras locales hacen muchos viajes diariamente; no acaban en Shanghái, Suiza, las Caimán o en la cafetería de mi Facultad.


Cualquier economista le dirá que si todas las ciudades del mundo hicieran lo mismo acabaríamos como en Madmax, pero no se trata de eso. Hay una perspectiva local, que retiene una parte de la riqueza, ya que seguirán manejando otras monedas de circulación más amplia, pero también hay otras visiones.
La más importante es la mentalidad social: una manifestación más de la necesidad y —sobre todo— del deseo de alternativas a un sistema que sobre el papel está muy bien y en la realidad no tanto, que produce movimientos de capital que te dejan un país vacío y a su población desprotegida. No hay fuga de capitales de la Libra de Bristol; no tiene a dónde fugarse porque no vale nada fuera. Y es interesante que esta iniciativa ocurra en una ciudad británica, los más reticentes al euro.
La moneda local es una forma de "proteccionismo", sin duda, pero entra ya en los necesarios mecanismos de supervivencia en algunos casos. Localizando la moneda, se localizan el comercio y las compras. Puede que la gente reciba su sueldo en libras "generales", pero gastará una parte en libras locales, es decir, en aquellos lugares en los que se admitan, en su entorno inmediato.


El viajero gato con botas queda reducido a un "lindo gatito" sobre nuestro sofá doméstico. En lugar de preguntarnos dónde se ha ido y si va a volver, lo podemos ver dando vueltas plácidamente por nuestro hogar, como dice la campaña de promoción de la libra de Bristol, "creando comunidad".
No hay duda de que el dinero fue un gran invento de la Humanidad; pero tampoco hay duda alguna de que unos los disfrutan más que otros. Así todo queda en casa. Hasta el gato.

* "'Nuestra ciudad, nuestro dinero'" El Mundo 21/09/2012 http://www.elmundo.es/elmundo/2012/09/20/economia/1348146571.html







No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.