miércoles, 1 de agosto de 2012

El reino de las disputas vanas ( o el pragmatismo político)

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El filósofo Williams James escribió en su obra Pragmatismo (1907):

Cualquiera que sea el universo en que un profesor crea, debe ser, al menos, un universo que se preste a un largo discurso. Un universo definible con cuatro palabras es algo vacío para el entendimiento de un profesor. ¡Sería demasiado gratuito para poner fe en ello! (24)*

La observación irónica de James trata de establecer la sencillez de su método y escuela —el Pragmatismo— frente al escolasticismo que nada resuelve y prefiere el discurso extenso cuando no la palabrería. Dice James: "Si no puede trazarse cualquier diferencia práctica, entonces las alternativas significan prácticamente lo misma cosa y toda disputa es vana" (46). Pragmatismo, nos advierte, viene del griego "pragma", cuyo significado es "acción" y del que nos vienen "práctica" y "práctico". Una "diferencia práctica" es pues una "diferencia de acción" y decir que "significa prácticamente la misma cosa" es decir que dan lugar a las mismas acciones.

Para William James solo merecía la pena discutir y pensar prácticamente (pragmáticamente) sobre cuestiones en las que pudieran establecerse distinciones reales. De ahí la ironía sobre el mundo profesoral que se esfuerza, a través de los discursos, en establecer diferencias o distinciones allí donde no las hay. Aunque no todos los profesores son así, sí existen muchos, desde luego, empeñados en crear escuelas donde no son necesarias con tal arrogarse el título de "maestrillos" y ser cabeza de ratón antes que cola de león.
Evidentemente no es un problema que sea exclusivo de filósofos y científicos. Más bien ocurre lo contrario; es una debilidad humana que se traslada a todos los demás campos e instituciones y se centra en la necesidad de destacar o diferenciarse, de marcar territorios en los que constituirnos en centros. Lo solemos llamar "afán de protagonismo" y representa ese gusto por mostrarse de forma constante, forzando las diferencias, aunque sea para acabar diciendo o haciendo lo mismo. Personas, instituciones, países pueden padecerlo con sus especiales variantes. Es un amplio repertorio de variantes del afán de protagonismo el que bloquea Europa en más de un sentido. El mantenimiento de las diferencias —por ser más rico o más pobre, del norte o del sur, católico, protestante u ortodoxo, industrial o agrícola, etc.— se ha ido superponiendo al discurso identitario europeo y anulando su eficacia en la práctica. Demasiado énfasis en las diferencias cuando debería haberlo en lo común; demasiado protagonismo proteccionista frente a la solidaridad de una ciudadanía común. Se critica a esta generación de políticos por haber perdido (y hecho perder) esa ilusión a muchos europeos, forzados a llamarse de nuevo europeístas.



La política europea se parece cada vez más esas "disputas vanas" de las que hablaba James: el esfuerzo por hacer parecer problemas distintos a lo que no son sino variantes retóricas del mismo problema, el miedo político a la verdadera Europa que nos prometieron en los folletos. Todas las diferencias que se han establecido en el tiempo — la "Europa de dos velocidades", los PIIGS, norte-sur, etc.— chocan con la evidencia pragmática de que todos los países están unidos —lo llamamos en su momento "la cordada del euro"— por una moneda, que sus economías están tremendamente imbricadas (de eso se trataba) y de que aspiran a mayor integración, palabra a la que hay que dar un sentido claro y realmente político para poder caminar hacia algún sitio. Europa se nos ha disuelto en metáforas que tratan de esconder la metáfora inicial, la de la Europa misma, una idea que construir, más allá de las palabras, con acciones. Las palabras se gastan y las acciones no llegan, sostenidas en el aire, negando con su levitación ambas las leyes de la gravedad, las de la física y las de la economía.



En lo que nos toca directamente, el espectáculo —que cada cual lo califique como quiera— de las disputas autonómicas tratando de ser cabezas de ratón son del mismo calibre y no ayudan a nadie. Si Europa se nos disuelve como metáfora, también corremos el riesgo de que se nos disuelva España por el mismo procedimiento, exceso de retórica y falta de acción común. Al viejo "España es diferente" le han salido ratones locales suicidas.
Vivimos cada vez más en el reino de las disputas vanas, por usar la expresión de William James.

* William James (2002): Pragmatismo. Un nuevo nombre para algunos antiguos modos de pensar. Folio, Barcelona.


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