jueves, 14 de junio de 2012

El penúltimo despropósito

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Ya es complicado que ante una inminente segunda vuelta de unas elecciones presidenciales, uno de los candidatos esté pendiente de que el Tribunal Constitucional decida sobre si la ley le permite serlo o no. Es confuso tanto si se dice sí como si se dice no, porque en la primera vuelta hubo candidatos que fueron rechazados por otros motivos cuando ya habían sido proclamados por sus partidos o eran independientes, en cualquier caso en mitad de la campaña y con la cartelería pegada en los muros.
Ahora acaba de hacerse público el fallo que declara inconstitucional la ley que el parlamento aprobó y que impedía presentarse a las elecciones a los principales partícipes políticos de la era Mubarak. Eso significa que Ahmed Shafiq sigue en la carrera presidencial frente a Morsi, el candidato de la Hermandad Musulmana. Había peticiones de los candidatos que se quedaron por el camino de hacer un frente común renovador que mandara un mensaje de "unidad" del nuevo régimen al antiguo. Aunque, como ya hemos señalado en ocasiones, en Egipto las fronteras entres ambos regímenes no está claras, porque no se ve que el antiguo se haya ido ni que el nuevo se haya quedado. Parece ser que los jueces han decidido, tras las críticas de los parlamentarios y fuerzas políticas a la sentencia de Mubarak y sus secuaces, volver a dejar claro quién tiene la sartén por el mango. Una guerra institucional en toda regla, pero cuyos límites son difíciles de percibir. Las peticiones populares de que purgara la justicia pueden llegar cuando no haya nada que purgar.

La noticia en Al Jazeera
La situación de los candidatos, que podía haber servido para traer al menos claridad, si no tranquilidad, se ha visto enturbiada de nuevo por la resolución del tribunal constitucional que acompañaba a la anterior: declarar que un tercio del parlamento está elegido de forma ilegal. El peculiar sistema egipcio —tanto en lo general como en lo particular— señala que un tercio de los candidatos que se presenten deben ser independientes, es decir, estar al margen de los partidos. En ese tercio "independientes" se presentaron miembros de los partidos que son los que se sientan ahora en el parlamento. Los jueces han hablado.
La confusión política e institucional, como se puede suponer, es absoluta. No saben qué hacer: si disolver el parlamento en su conjunto, algo que no interesa a los ganadores, o elegir un tercio de los parlamentarios. ¿Y cuándo? Y todo este lío apenas a unos días de la segunda vuelta en la que se elegiría un presidente cuyas funciones no están reflejadas en una constitución porque no existe, que debería redactar un parlamento que está semilegal, cuyas comisiones también han sido impugnadas por ir contra la “pluralidad” de la sociedad, que se entiende que debe primar para hacer una constitución para todos.

La noticia en The New York Times
Son demasiados problemas abiertos para que la solución pueda ser buena. Todo esto es el resultado de una política de la Junta Militar abiertamente obstruccionista de lo que era un deseo de la mayoría del pueblo egipcio. Se ha ido dejando envenenar la situación, lo que ha servido para dividir a la sociedad egipcia, que afronta el proceso de democratización, que la gran mayoría deseaba, con recelos y enfrentamientos. Es también culpa de los políticos  a los que les ha faltado la altura necesaria para haber hecho un gran acuerdo nacional para el enterramiento político del régimen anterior como requisito para entrar en las disputas normales de la política después. Un país tiene que tener una serie de principios muy claros para poder pasar después a la discusión democrática del día a día. Ha faltado creer realmente en que la Revolución de enero y su sacrificio de personas e ilusiones era un camino nuevo y no solo un capítulo más de una historia en la que la política se resolvía lejos del pueblo, entre una casta política que aspiraba al poder más que al servicio del pueblo.

El pueblo egipcio, sus nuevas generaciones, ha dado ejemplo sobrado de aspirar a un futuro para todas las personas de buena voluntad que quisieran lo mejor para todos y no una nueva forma de control social. Esta misma mañana escribíamos sobre la necesidad de ahondar en la libertad de información; ahora, las necesidades vayan más allá y afectan a la realidad misma que hay que contar, por increíble que parezca. Hay mucho, mucho camino por recorrer.
Veremos qué sale de todo esto. Pero seguro que nada bueno.





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