viernes, 15 de junio de 2012

Egipto

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Es insólito. No creo que se recuerde o se pueda encontrar un caso similar a lo que está ocurriendo en Egipto. Es, sencillamente, insólito. Se veía venir, que la SCAF no estaba dispuesta a perder su tajada en los negocios egipcios llevados a cabo durante sesenta años, que no iba a ceder su control autoritario de la sociedad a cambio de nada.
Es, como ya han señalado algunos, esto es un chapucero, retorcido y fraudulento golpe de Estado vergonzante. El miedo a que se desmonte el aparato del estado, hace que sea el propio aparato el que esté desmontando cualquier intento de expulsarlo del interior de sus reductos militares y administrativos.
Que un par de días antes de que se celebren unas cuestionadas elecciones presidenciales, los jueces disuelvan el parlamento y los militares asuman el ejecutivo y el legislativo es la maniobra más descarada jamás vista en cualquier versión de la vida política conocida. ¿Pretenden engañar a alguien? Es un golpe de estado en toda regla.
Los jueces aplican las leyes que hacen los parlamentos. Pero las leyes que los jueces aplican se las aplican a los que hacen las leyes antes de que la administración sea depurada. Es la revolución a la que se le aplican las leyes de la dictadura. ¿Por que no haber declarado ilegales las candidaturas presentadas en su momento? ¿No hay plazo para ello? Era un as en la manga, una irregularidad consentida para hacerla estallar cuando fuera necesario. Y el momento había llegado.


El ejemplo más descarado de esta actitud e intención es precisamente haber derogado la Ley de Emergencia, vigente desde el 81, por el asesinato de Sadat, y que ha servido para mantener la represión y el control y vigilancia de la sociedad, que se enfrentaba a los juicios y la represión militar, para hacerla renacer con un nuevo formato, con poderes similares, un día antes de disolver el parlamento y dos días antes de las elecciones.

El plan está calculado milimétricamente. Primero hacen pasar un candidato que la ley aprobada en el parlamento no debería haber dejado pasar; después se montan unas elecciones fraudulentas para que llegue a la segunda vuelta y, finalmente, de una tacada, disuelves el parlamento declarándolo ilegal, apruebas una ley de represión social y preparas la traca de un nuevo amaño electoral, tal como fueron todas las elecciones anteriores en Egipto, una farsa realiza por los gobiernos militares para justificar las copiosas ayudas de los Estados Unidos a su ejército.
Desde que se produjo la Revolución de Enero, los militares han fingido aceptar un calendario ocultando sus auténticas intenciones de colocar al frente del Estado a otro militar de su misma cuerda. Creen que así tendrán una aceptación que no hubieran podido tener nunca si hubieran utilizado la fuerza indiscriminadamente provocando unas situación a la Siria o como Yemen. Su burla de la democracia es además la burla de los deseos de libertad y justicia de todo un pueblo que ve cómo su ejército mancilla el honor del país poniéndolo al servicio de una oligarquía militar y empresarial corrupta, que les ha empobrecido y dejado al borde de la ruina.
Durante estos meses, uno a uno, han sido liberados todos los responsables de las muertes de manifestantes, en una burla en la que los fiscales han actuado con desidia, abandono y desgana, realizando juicios en los que nadie parecía haber disparado u ordenado que se disparara sobre las personas que estaban frente a ellos reclamando un futuro para su país, un futuro robado permanentemente.


La justicia ha demostrado igualmente, en el caso del juicio a Mubarak, su familia, colaboradores y responsables de la represión, que aquello no era más que una burla a todo el pueblo egipcio. Una justicia que ha sido incapaz de poner delante de un tribunal las pruebas de los robos y sangrías realizadas para engordar sus fortunas personales, que las únicas acusaciones se referían a casos prescritos cuando eso no es más que un despropósito, ya que se juzgaba en ellos los negocios de los últimos treinta años. Pero parece ser que en Egipto el dinero se roba solo, los muertos en las calles son suicidas y las balas salen por decisión propia de las armas. Vergonzoso.
Finalmente, gracias a sus intervenciones, consiguieron que las elecciones reprodujeran el escenario temido de los “dos Egiptos”, con la salvedad que quienes se presentan como los salvadores, son los que han oprimido y exprimido a su pueblo durante treinta o sesenta años, según como gusten de contar. 
Los  políticos egipcios tienen que aprender que la unidad que ahora reclaman tenía que haber surgido al principio, cuando el pueblo la reclamaba por encima de cualquier otra discusión, para evitar todo esto; no se puede construir una casa sin haber limpiado antes el solar. Tienen todos un largo camino por delante hasta lograr el objetivo de sacudirse la dictadura de encima. Ya discutirán después.


La revolución sigue intacta y con todos sus objetivos por delante, más necesaria que nunca. Al menos, las caretas se han caído y ya no habrá nadie, dentro ni fuera, que pueda defender lo indefendible. Los egipcios que aman la libertad y desean lo mejor para su pueblo, la convivencia y la unidad, deben saber que tienen el apoyo de muchas personas en todas partes. Deben estar seguros que a esta desvergüenza no se ha llegado porque la Revolución llevara inevitablemente al caos, sino que han sido los que no quieren que Egipto vea la luz los que han hecho todo lo posible para seguir manteniendo la política del miedo y del desorden para justificar lo injustificable: su deseo de estar aferrados al poder pisando a su propio pueblo.





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