martes, 8 de mayo de 2012

Un domingo en el campo europeo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los resultados electorales europeos del domingo, sumados a la toma de posesión de Vladimir Putin en el Kremlin, convierten los inicios de los telediarios en una larga sesión de celebraciones de una punta a otra de Europa. No sé si llamar “celebración” a lo que hacen los griegos y menos a lo que pasa en Rusia, en donde han acabado de nuevo a palos con la disidencia u oposición, que allí no hay mucha diferencia porque el que gana tiene derecho a porra y porrazo.
En la ceremonia de la confusión europea, el cambio de Francia es tan importante como la voladura de los restos de Grecia. Como decía un comentarista en alguna cadena, solo hay una “regla de oro”: nadie repite. Nunca ha desgastado el poder tanto como ahora. Es lija, piedra pómez en un callo. Pues en eso, un callo doloroso, y no en otra cosa se ha convertido gobernar hoy en Europa. Ni Merkel lo está pasando bien viendo cómo se le van diluyendo los apoyos en su país, perdiendo ayuntamiento a ayuntamiento, land a land. Y ahora sin Nicolas.


Sakorzy se ha dirigido en su despedida a los que aman a Francia, según sus palabras; como si los demás fueran de Petain. Ha estado teñido de la grandeur necesaria para convertir el regreso de la izquierda francesa al poder en su acto solemne de salida más que el de llegada de sus rivales políticos. Ha dicho a sus seguidores que respeten las instituciones, aunque los que llegan no lo hayan hecho, que él sufrió mucho cuando criticaban a la presidencia, es decir, a él. Él era la Presidencia; Hollande solo será el presidente. Él encarnaba a Francia; Hollande solo se sentará en un sillón. ¡Ay, el arte del decir retórico!

Mientras, en la cuna de la democracia se enterraba el bipartidismo y se rescataba a los neonazis de las catacumbas. Si Marine LePen les parece extremista, será mejor que no se fijen demasiado en los intelectuales antieuropeos, antiinmigración, etc., que han salido de las urnas griegas. Son anti todo y ultra más. Solo verlos, da miedo.
Esto de enterrar el bipartidismo va a ser una práctica importante, pues no era otro el deseo de LePen, romper la herencia gaullista, extraño compendio de conservadurismo pragmático y amor republicano, como era el viejo general que apuntaló la República. Sus herederos no suelen estar demasiado unidos y tienden al cainismo. Veremos cómo se afronta la salida de un divo político como Sarkozy, que no seguirá en la política porque France necesita sus memorias. ¡Douce France, cher pays de mon enfance!, que cantaba Charles Trenet.
Francois Hollande ha llegado fuerte, con impulso; no ha esperado a que se terminaran de contar los votos para mandarle un mensaje a Angela Merkel: ¡Voy para allá! Y ya ha anunciado que será a Alemania donde realice su primera visita. Si Merkel quería que todos los europeos se comportaran como alemanes —no es otra su receta—, aunque sin tener las espaldas cubiertas por el ahorro, Hollande ha hecho profesión de fe europeísta e inversionista. Su prioridad será el empleo y el crecimiento, nos dice. Con Sarkozy se va la Francia estreñida y llega la Francia que quiere abrir el repertorio europeo de soluciones a medida con el crecimiento por delante. No será nada fácil. Merkel ya ha avisado que los pactos son los pactos y que Nicolas era Francia, algo que él ya sabía.

Filósofos neonazis griegos
Todo el trabajo realizado por el tándem Sarkozy-Merkel se puede venir abajo por la doble presión francesa y griega. Esto coloca en una posición un tanto complicada al gobierno español, que se volcó en la estabilidad indicada. Si no busca ahora el crecimiento, que se le negó en su momento, quedará mal. ¡Siempre nos hacen la misma, vamos con el paso cambiado!
Sin embargo, uno no crece porque quiera, no es un acto solo de voluntad; debe serlo además de inteligencia, porque crece el que puede y sabe. Nuestros problemas son los bancos y el deseo de que les reactiven el ladrillo cuanto antes para volver a las andadas. No podemos volver a caer en los mismos errores, necesitamos darnos cuenta de ellos y estimular el crecimiento en la dirección adecuada para todos y no en la que han exigido los que en vez de crear empleos, que era su excusa, están invirtiendo en cualquier lugar del planeta menos aquí. Y cuando lo hacen, piden medalla y descuentos por cuatro míseras becas.


La oposición más lanzada del planeta —la nuestra— se crecerá aún más, cargando sus pilas con los éxitos ajenos, ya que los propios no han dejado ni buen sabor ni muchos diputados. Pero ya sabemos que nuestros políticos las batallas que pierden en casa las ganan en urna ajena. Así que ya está dibujado el panorama: hacer un poco de francés por arriba y un poco de griego por abajo. La solución perfecta para una oposición que, como Münchausen, se saca de las arenas movedizas tirándose de los pelos y con una sonrisa. ¡Ánimo, que las próximas elecciones ya están ahí, a la vista!, parece decirles el jefe de remeros pidiendo un esfuerzito final de tres años y medio. Y el gobierno, que estaba aprendiendo alemán, se pasa al francés como segundo idioma. Hollande ha ganado en Francia y en España, por lo que parece. ¡Qué soledad la de Ángela Merkel sin Nicolas! ¡Con lo que llevaban bregado juntos!


¡Vaya domingo europeo! Y Vladimir Putin hace el paseíllo por las alfombras del Kremlin que es enorme. Nada de salir de detrás de la cortina y jurar, como si fuera el Mago de Oz, nada de eso. Trescientos metros de alfombra con los fieles aplaudiendo y los infieles rabiando. En directo y sin anuncios, a toda Rusia, al mundo entero. Y allí, entre el público admirador, el rostro siempre jovial y juvenil de Silvio Berlusconi, algo que parece confirmar la tradicional lentitud de la burocracia rusa, de la que Nicolai Gogol ya se quejaba. ¡A ver si se enteran todos de lo que es un zar mediático! Y, fuera, la policía se harta de dar palos a los descontentos que son cada día más y más ruidosos.
Ha sido una jornada histórica: la izquierda regresa al Elíseo, el bipartidismo salta por los aires en Grecia, Putin sigue donde siempre. Todo cambia menos Rusia, en donde el bipartidismo fue sustituido por la bicefalia alternativa de Putin y Dimitri Medvedev, pareja de hecho. Pero Rusia ya no es la misma, aunque no sepamos dónde va.
Por muchos cambios que haya, en lo que a nosotros nos toca, veremos a ver qué pasa, porque enseguida nos ponemos a hacer cábalas pensando cómo escurrir el bulto o en milagros redentores. Aquí no hay milagros. Esté quien esté en cualquier sitio del mundo, ganen unos o pierdan otros, esto lo tenemos que arreglar nosotros o  no lo arregla nadie.
¡Vaya domingo!




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