sábado, 14 de abril de 2012

España y el mal ejemplo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La publicación de un editorial sobre España —con el título “An Overdose of Pain”— cuyo arranque afirma “Spain could be the next European economy brought down by German-led mismanagement of the euro-zone crisis”* ha desatado un abanico de interpretaciones por parte de los lectores en que se barajan distintas hipótesis alternativas y cuenta con una gran cantidad de intervenciones de españoles. La idea central del editorial del NYT —del que han hecho eco algunos diarios españoles, como La Vanguardia**—es que las medidas tomadas en Europa responden básicamente a los intereses de Alemania, que estaría forzando a unas medidas que, sencillamente, serian las que menos le perjudican pero las que más pueden perjudicar al resto. La austeridad alemana, por decirlo así, solo se puede sostener cuando tienes una producción y unas reservas suficientes. Nosotros, en su momento, lo expresamos diciendo que Alemania nos pedía ser alemanes. Evidentemente, resulta mucho más fácil ser alemán cuando eres Alemania, y es algo que no está al alcance de todos. Al menos con la misma facilidad y —hay que reconocerlo— Alemania en esto lleva ventaja.

Los lectores se dividen en sus teorías al respecto. Están los que aceptan la tesis del artículo y consideran que las medidas basadas en la austeridad exclusivamente no harán sino agravar la crisis y que la negativa europea a la petición del gobierno español de modificación del déficit es un gran error. En este grupo se dan tendencias claras: por un lado están los que creen que Alemania se equivoca e impone su error de evaluación y, por otro, los que creen que no es un error, sino una forma deliberada de dejar arrasado el sur de Europa, es decir, Grecia, España, Italia, Portugal, etc., que beneficiaría directamente a Alemania y algo también a su socio francés en la aventura.
Entre los que no aceptan las tesis del artículo y consideran que España está en el camino correcto, están los que defienden sin más las medidas y están los que, defendiendo las medidas de la austeridad y la necesidad de los recortes, consideran que se están aplicando mal, es decir, donde no se debe.
Que España va a tener unas grandes dosis de “pain” como dice el editorial, no lo duda nadie. Lo importante es si ese “dolor” va a servir para algo o no. Eliminadas las recetas que dependen de la moneda al estar en el euro, las que quedan, nos dice, son quedarte a pie firme bajo la lluvia quitándote una prenda tras otra, por utilizar una metáfora expresiva. La apuesta es si dejará de llover antes de que cojamos una pulmonía y nos vayamos a la tumba.


La idea de que una Alemania ralentizada exige —o impide— a otros que no lo hagan al no dejar margen para el crecimiento no es tan descabellada. Las grandes economías están metidas en un pulso con China porque han perdido tejido industrial y se han dado cuenta de ello. En Estados Unidos, General Motors dejó su puesto como primera empresa del país a Wal-Mart, la cadena de supermercados, cuyos beneficios vienen de conseguir márgenes mayores por la importación de productos fabricados en otros países más competitivos. El hecho de que sea el “comercio” el que se cargue la propia industria no es nuevo. Es la base de todas las campañas de  fomento del consumo nacional y del boicot a los productos de otros países. Pero para eso se hizo la “globalización” y esto es una parte natural de sus efectos: comprar más barato fuera. y vender dentro. Los países que crecen son los que producen o los que investigan e innovan. Los que solo venden, acaban mal porque se proletarizan por las dos vías, se crean grandes bolsas de desempleo que a su vez van limitando las posibilidades de consumo y acaban parándose. Es lo que nos ocurre.

El hecho de que Alemania nos pida ingenieros, lejos de interpretarlo como una cortesía —salvadora en el plano individual, no en el social—, me parece un indicador de la voluntad alemana de que será allí donde se siga centralizando la producción europea. Alemania investiga, innova, crece y ahorra. Cuando el presidente Aznar fue a Alemania a hablarles de lo bien que iba España, los alemanes le dijeron: ya nos lo contará cuando deje de recibir ayudas europeas. Tenían razón. Y ahora lo vemos. Eres rico cuando el dinero lo produces tú, no cuando te lo están dando otros. Ahora hay que mantener de nuestro bolsillo lo que hemos hecho. Y no es tan fácil.
No llego a decir que sea un plan premeditado, como algunos lectores de The New York Times, afirman, pero sí que es un resultado de su propia política sobre los demás. No podemos criticar a Alemania por ser Alemania. Sí podemos hacerlo, en cambio —y por supuesto—, si es ella que la marca a los demás lo que deben hacer y eso no funciona. El problema —uno de ellos— es la desunión y dudas que provoca.

Europa se está construyendo sobre una falacia: una presunta igualdad política que se deshace entre los dedos por la desigual económica interna.  Y esto es peligroso para todos, especialmente para la idea misma de Europa, que se resentirá. Lo que esta crisis nos está haciendo ver —creo— es que es muy difícil mantener un crecimiento equilibrado y paralelo que comprenda a una Europa tan distinta en sus posibilidades individuales por las diferencias de desarrollo. Solo desde una voluntad firme de crecimiento conjunto, de pérdida de egoísmos nacionales y de políticos verdaderamente europeos y europeístas podrá lograrse. Hasta el momento, esto no se ha dado. No sé si es ingenuo pensarlo, pero desde luego lo ingenuo es pensar que sin esto se puede lograr.
La cuestión clave es si hay algún mapa diseñado —como sugieren algunos— en el que se hayan asignado roles a cada uno de los países. Pensar que Alemania quiere una Europa llena de “alemanias” es ingenuo, casi infantil. Alemania quiere crecer y quiere que los demás no sean un estorbo en los dos sentidos, el positivo y el negativo, es decir, en el competitivo y en el de cargas. Si crezco, compito con ella; si no lo hago, soy una carga. Alemania ya sabe el sacrificio que le supuso la llegada de una República Democrática que tener que poner al día y reequilibrarla. Y lo hicieron, pero eran los otros alemanes, algo que los demás no somos obviamente.
El editorial de The New York Times no es solo la visión americana del problema, una visión desde fuera. También hay muchas voces críticas sobre la doctrina alemana y su liderazgo en Europa —como las de un europeísta como Jacques Delors— y si realmente va a servir para salvarnos a todos o solo una Alemania que tampoco podrá hacerlo. Se ha pasado de la “unión hace la fuerza” a la “desunión trae la salvación”.

En septiembre, Jacques Delors señaló si no el origen de los males, sí la causa de la ineficacia de las soluciones:

El espíritu se está diluyendo, el espíritu comunitario, el sentimiento de formar parte de una aventura colectiva. ¡Hay que denunciarlo! Porque nosotros, que somos europeos, no solo somos europeos de razón, porque “la Unión hace la fuerza”. ¡Somos también europeos de corazón! Y esto es lo que falta hoy en día.

Quizá ser europeo de corazón lleve al borde del infarto y los políticos y economistas, en su pragmatismo, nunca han creído en el romanticismo o idealismo de la idea europea. Pero lo que está claro es que Europa no puede desarrollarse sobre la base de los conflictos internos permanentes, los intereses nacionales de los más fuertes, ni sobre el crecimiento de las diferencias entre sus ciudadanos.


Los lectores de The New York Times lanzan sus interpretaciones de una situación compleja y preocupante. Muy poco creen —incluido el propio gobierno— que se pueda crecer si se reduce el déficit de esa manera. Las promesas de hacerlo tampoco convencen a nadie en los mercados y solo recibimos la felicitación de aquellos que nos han dado la receta.
La agitación continua por parte de ciertos países del fantasma  español como de un ejemplo de lo que no se debió hacer, por mucho que moleste al Partido Socialista, es algo generalizado. Y lo han confirmado los españoles con su voto. Corremos ahora el riesgo de que nos pongan igualmente de ejemplo de cómo no se cura la enfermedad con el Partido Popular. Triste destino el nuestro, ser ejemplo de enfermedad y de mala praxis médica en los tratamientos. Siempre un mal ejemplo.


La duda, como señalamos, es la creencia en que todo este sacrificio y dolor que nos llegará por vía de recortes es realmente útil para salir del agujero en el que nos ha metido el endeudamiento privado especialmente y el lastre hipotecario, que es el eje de nuestro problema. Bancos y ladrillos. Además de por dónde recortar, hay que plantearse por dónde crecer. Es sobre el sistema financiero donde hay que presionar para que se pueda poner en marcha la reindustrialización capaz de producir lo suficiente como para cumplir el auténtico objetivo de los gobiernos: el bienestar de sus ciudadanos. 
España, Spain, ‘s pain.

* "An Overdose of Pain". The New York Times 12/04/2012 http://www.nytimes.com/2012/04/13/opinion/an-overdose-of-pain-for-spain.html

** Entrevista: "Jacques Delors: “Es posible insertar los eurobonos en el Mecanismo Europeo de Estabilidad”" Euronews 13/09/2011 http://es.euronews.com/2011/09/13/jacques-delors-la-cooperacion-es-el-eslabon-que-falta-en-europa/

*** "El 'New York Times' señala a Angela Merkel como la culpable del mal momento de España" La Vanguardia 13/04/2012 http://www.lavanguardia.com/economia/20120413/54284452267/new-york-times-angela-merkel-culpable-crisis-espana.html



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