sábado, 21 de abril de 2012

El asesino feliz

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
¿Estamos preparados para enfrentarnos a una locura como la de Anders Breivik? Lo dudo. El término “locura” es demasiado ambiguo y oscila entre lo que repele y lo patológico. La enfermedad suele mover a la compasión y no es este el caso, desde luego. Su felicidad desbordante, sus deseos de repetirlo, sus lamentos por no haber podido matar a más personas, lo evita.
La aparición de Breivik ante las cámaras el otro día en la sala en la que está siendo juzgado no mostraba los ojos de la preocupación, del arrepentimiento o de cualquier otro sentimiento que pudiéramos asociar con una persona en ese trance. Con una persona normal, por supuesto. Pero la anormalidad no es la enfermedad, que es la distinción que tendrán que establecer los jueces y expertos.


La dificultad de asumir lo monstruoso en nuestra cultura es grande. Preferimos la patología, que nos tranquiliza. La racionalidad que presuponemos como guía de todas nuestras acciones, que han de estar justificadas, elude el peso de la justificación emocional. El psiquiatra Carlos Castilla del Pino señalaba que hay una estructura objetiva de la realidad, pero que existe también una estructura subjetiva que regula nuestra propia experiencia y relación sentimental con lo que nos rodea. Podemos compartir todos la primera, pero diferimos en la segunda, en la valorativa. Dice Castilla:

Nuestra manera de estar en el mundo se basa sobre todo en la valoración estética, pática y ética que hacemos de las cosas que lo componen. Que alguien estime más importante una poesía que un partido de fútbol, ¿a qué remite? A su esquema de valores, a sus preferencias (positivas) y contrapreferencias (negativas). Con esta organización subjetiva de la realidad no solo nos adaptamos al mundo sino que tratamos de que el mundo se adapte a nosotros, porque el conjunto de nuestras preferencias (del latín praeferre, «llevar adelante», «anteponer»), constituye la prototeoría con la que cada uno se acerca de antemano a la realidad. A la realidad no la «esperamos», sino que nos anticipamos a ella (prolepsis) dotados de nuestra preferencia o contrapreferencia. En este sentido, no hay ingenuidad. Nuestro mundo subjetivo, estrictamente sentimental, está construido como un conjunto de preferencias y contrapreferencias que naturalmente no están ahí por azar sino de acuerdo con nuestra precedente biografía. (244-245)*

Esa anticipación (prolepsis) de la realidad a la que se refiere Castilla son los “prejuicios”, palabra que recoge precisamente nuestra configuración de filtros por los que pasamos la experiencia. La estructura emocional es el conjunto de respuestas posibles ante lo que nos llega en función de nuestras experiencias previas. Reaccionamos emocionalmente ante lo que nos viene del mundo porque hemos desarrollado unas reacciones ante ello, ya sea directa o indirectamente. Esto es importante porque incluye la experiencia indirecta, es decir, las que se pueden generar en nosotros desde la educación, el arte, etc. Los prejuicios no surgen siempre de las experiencias directas, como bien sabemos; también se heredan y transmiten. Considerar que las personas pueden vivir sin prejuicios es un error; forman parte de nuestra estructura psíquica. Por eso lo esencial es su contenido.


Las palabras de Breivik sorprenden porque nos muestran a una persona que ha tratado de anular su propia estructura subjetiva, las emociones que sentía, por otras acordes con su finalidad deseada, para poder acabar con los que consideraba sus enemigos, los responsables del multiculturalismos y la “islamización” de su sociedad. Nos cuenta el diario El País:

[…] aseguró haber sido una persona sensible hasta 2006. Entonces se sometió a sí mismo a un entrenamiento para “deshumanizar” a sus víctimas, parecido al que se aplica a los soldados para que puedan matar al enemigo en el frente de guerra. Decidió para ello aislarse social y emocionalmente. Para rebatir a los que lo consideran un narcisista, Breivik aseguró que quiere más a su país que a sí mismo.**

Lo que Breivik ha realizado —siguiendo sus propias palabras a la que concedemos validez y credibilidad— es modificar su estructura subjetiva para evitar que surjan sentimientos también humanos, como la piedad («Lástima, misericordia, conmiseración», según la tercera acepción del DRAE) o la compasión («Sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias» DRAE). Pero lo que Breivik buscaba iba más allá: no solo se trataba de anular las reacciones compasivas, sino de activar la capacidad de poder lleva a cabo las acciones criminales. Debía matar y no parar ante lo que pudiera sentir al hacerlo. Su comparación con el entrenamiento militar no es casual.
La ya larga serie de fotografías y acontecimientos humillantes para con sus víctimas que llevamos vistos por parte de soldados —norteamericanos, en este caso, pero no son los únicos—, nos muestran la distancia existente entre nuestra estructura sentimental de la realidad y la de esas personas a las que se entrena para que la controlen y, como señalaba Breivik, “puedan matar al enemigo”. Se trata de reprogramar.


La alternativa a esto es reclutar psicópatas. Pero serían ejércitos absolutamente incontrolables. Ayer mismo, Euronews nos mostraba un reportaje sobre los cincuenta años de la independencia de Argelia****, uno de los procesos de descolonización más sangrientos. Entre las muchas atrocidades relatadas, una de ellas me llamó la atención: el reclutamiento como verdugo del asesino de una familia. Uno de los participantes en el reportaje relata cómo vio subir a treinta y ocho personas al cadalso. El verdugo era un antiguo preso común condenado por haber matado a una familia entera porque le habían rechazado a una hija. El director de la prisión, nos cuenta el entrevistado, lo utilizaba para torturar y matar. No tuvo que entrenar a nadie.


Las fotografías humillantes con cadáveres o prisioneros no son divertimentos; son el resultado lógico de una reducción del otro a la nada para poder evitar cualquier sentimiento de compasión, son refuerzos psicológicos, lo mismo que hizo Breivik. Las cifras de suicidios entre los veteranos del ejército de los Estados Unidos son escalofriantes: 18 suicidios diarios y 1.868 intentos en 2009.*** Las muertes por suicidio han superado las bajas en acción militar. Es el resultado de las guerras de Afganistán e Irak. Las asociaciones de veteranos protestan ante el drama, el de las personas programadas para anular sus sentimientos compasivos previos y abandonadas muchas de ellas a su suerte después, y reclaman ayudas, como informó no hace mucho el New York Times. A diferencia de ellos, a los que el regreso les va mostrando la distancia insoportable entre lo que vivieron y lo que viven, Breivik es feliz. Su autoprogramación incluye el intento previsible, por parte de los demás, de convertir sus acciones en locura. Por decirlo así, ha incluido un doble programa interno de defensa: frente a lo que iba a hacer y frente a las reacciones que suscitaría.

[…] declaró ser “una persona simpática”. Añadió que está mentalmente sano “desde el punto de vista penal” y que la sangre fría demostrada en la cacería humana que perpetró en Utoya es fruto de años de trabajo psicológico que le permitieron cometer los actos “crueles y bárbaros” de Utoya. Es necesario, añadió, distinguir “entre el extremismo político y la locura en sentido clínico”.**

Ante planteamientos de este tipo, debemos elegir entre la locura y la monstruosidad. La monstruosidad es lo que suscita rechazo en nosotros y separamos de la compasión que pueda producirnos el enfermo. La preocupación de Breivik por no ser considerado un loco es lógica. Si le declaran “loco”, también lo es su “causa”, que no sería más que el resultado de su locura. Y eso es lo que quiere salvar a todo trance, porque Breivik no se arrepiente de nada: cree en lo que ha hecho, en su necesidad y justicia. Donde otros alegan locura para salvarse, Breivik reivindica cordura para salvar su causa. Por eso ha pedido ser condecorado, como un patriota, por sus acciones. Tiene su lógica:

Breivik dijo haberse inspirado en la red terrorista Al Qaeda, de la que ha “aprendido mucho” y recuerda que su intención era fundar una “Al Qaeda para cristianos”. Se refirió también a otras organizaciones terroristas y destacó sus debilidades. Así, “la debilidad de ETA es que le temen a la muerte porque no creen en una vida después de la muerte”. Esta es, señaló, la debilidad de los marxistas. La ventaja de Al Qaeda se refiere a que “glorifican el martirio”.**


Terrible paradoja, la del asesino que mata aprendiendo de sus enemigos. Breivik pasa a ser el reverso de Osama Bin Laden, el mártir de una causa en la que espera enganchar a los nuevos cruzados. Queda por dilucidar las causas profundas —no sus explicaciones— de por qué eligió a jóvenes como él, inocentes, a los que fue rematando con la más profunda indiferencia. Si Bin Laden hubiera estrellado los aviones secuestrados contra una mezquita de La Meca alegando que buscaba demostrar los efectos perversos de Occidente, nos hubiera parecido un despropósito absoluto además de una monstruosidad criminal.
Nada repugna y preocupa más que esa frialdad que transmite su mirada, esa felicidad por lo que ha hecho. Nada suscita tanta repulsa como su felicidad. Como dijimos en su momento, el crecimiento de este tipo de conductas no solo debe ser explicado (y prevenido) en términos individuales sino también sociales. La programación psicológica no es exclusiva de los ejércitos en guerra, solo su manifestación extrema. Los soldados que se suicidan lo hacen porque se siente asesinos infelices. Breivik no.

* Carlos Castilla del Pino (2009): Conductas y actitudes. Tusquets, Barcelona.

** "Vais a morir hoy, marxistas". El País 20(04/2012 http://internacional.elpais.com/internacional/2012/04/20/actualidad/1334947451_631398.html

*** “One U.S. veteran attempts suicide every 80 minutes: Hidden tragedy of Afghanistan and Iraq  Wars”. Daily Mail 3/11/2011 http://www.dailymail.co.uk/news/article-2057061/One-U-S-veteran-attempts-suicide-80-minutes-Hidden-tragedy-Afghanistan-Iraq-wars.html

**** “Argelia: 50 años de independencia”. Euronews 20/04/2012 http://es.euronews.com/2012/04/20/argelia-50-anos-de-independencia/



1.868 veteranos de guerra se suicidaron en 2009
El reciente reportaje de TNYT sobre los suicidios de veteranos

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