martes, 24 de enero de 2012

Los nombres de las cosas

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
The New York Times nos cuenta la gran preocupación que existe en los Estados Unidos por la modificación de la definición de “autismo”*. Señalan que los cambios propuestos en el término no incluirán a muchos pacientes que antes lo estaban, y eso significa que dejarán de recibir fondos o ayudas para sus tratamientos. Casi una cuarta parte de los casos que quedaron bajo la denominación de “autismo” en la anterior revisión del término, realizada en 1993, se quedaría fuera con la nueva formulación. Y eso son muchas personas… y mucho menos dinero, claro.  Mark Roithmayr, presidente de la asociación “Autism Speaks”, ha señalado esta circunstancia asistencial: “We need to carefully monitor the impact of these diagnostic changes on access to services and ensure that no one is being denied the services they need”. El diagnostico pasa a estar supeditado a una serie de criterios que se deben cumplir. “Autista” solo podrá ser llamado aquel que cumpla los nuevos criterios de la definición modificada. Antes lo eras; ya no. Tú sigues siendo el mismo, con el mismo problema, pero ahora el problema se llama de otra manera y te envían a otro sitio, con otros derechos asistenciales distintos a los que tenías. Ahora ser “autista” es otra cosa.

El hecho de que alguien te incluya en un lugar o en otro no te alivia directamente —sigues teniendo el mismo problema—, pero sí afecta profundamente a quién te puede atender, cuánto  te van a dedicar, a qué tienes derecho. Una ligera variación, por ejemplo, en la definición de qué es “tener sobrepeso” y qué padecer “obesidad”, significa que te puedas acceder a especialistas en el sistema sanitario o que te tengas que buscar la vida por tu cuenta.
Los astrónomos se enfrentaron en 2006 a un problema definitorio importante: qué es un “planeta”. Pensamos que las cosas están claras y que por eso nos las enseñan en las escuelas, pero eso no es más que el velo de seguridad que nos hace dormir confiados sin que nos piquen los mosquitos de la inquietud permanente. Al cambiar la definición de “planeta” en 2006, les entraron nuevos objetos que cumplían la definición y se les escapaban otros que dejaban de cumplirla. Plutón quedó fuera y la comunidad científica debatió entonces sobre si había que hablar de “plutones” o de “objetos plutonianos”. La nueva definición cambiaba otras y obligaba a redefinir en cadena. Hay que tener cuidado con lo que se cambia.



Redefinir es cambiar el mapa de la “realidad”. Afecta profundamente a nuestro trato con ella, porque son los mapas los que utilizamos para orientarnos social y culturalmente. Ese mapa contiene, además valoraciones, establece juicios de valor sobre el mundo en que nos movemos. El mundo está organizado por nuestras decisiones nominales y las redes que se establecen entre ellas. Tejemos vínculos y asociamos, positiva o negativamente, unas cosas con otras creando a veces guetos de palabras que crean guetos de personas o cualquier otra cosa que clasifiquemos.

Siempre me llamó la atención el término “malas hierbas” aplicado a la naturaleza. Desde una perspectiva natural, no hay malas hierbas, ya que todas compiten selectivamente por lo mismo, por los recursos disponibles. Las llamamos “malas hierbas” y arrancamos porque perjudican a nuestros planes. Ellas, pobrecitas, hacen lo que todas, pero a nosotros nos perjudican. De la naturaleza vegetal, pasamos a aplicar el término a personas a las al meter en esa etiqueta ya hemos juzgando y, si nos dejan, arrancamos de donde están.

En términos sociales, aplicamos la idea de “malas hierbas”. La China comunista de la Revolución Cultural consideró la homosexualidad como una perversión capitalista —puede verse la magnífica película de David Cronenberg “M Butterfly” (1993)— y como tal la persiguió, como un “delito”. Tras la Revolución cultural, se relajó la persecución hasta que fue despenalizada en 1997. Pero, aunque ya no era “delito”, sí se mantuvo en la lista de “enfermedades mentales”. Se pasaba de la cárcel al hospital, que es donde las dictaduras y regímenes autoritarios mandan muchas veces a las personas cuyo comportamiento o ideas no les gustan. Finalmente desapareció de la lista oficial de desórdenes y enfermedades mentales en 2001. Sin embargo, se mantienen duras restricciones, por ejemplo, en el tratamiento de la homosexualidad en el cine, por lo que se explica que las películas del oscarizado director chino Ang Lee —Brokeback Mountain o El banquete de boda, entre otras— solo se puedan ver extraoficialmente en su país, como ocurre con cualquier otra película que trate cuestiones relacionadas con la homosexualidad. Ha dejado de ser "delito" o "enfermedad", pero ha entrado en otras categorías, en las de "lo censurado".

Continuamente estamos estableciendo clasificaciones, grupos, categorías sobre la realidad, que a su vez es el resultado de todo ello. Algunas cosas, situaciones o personas pueden ser desprovistas de su derecho a existir nominalmente y las condenamos a la invisibilidad. Son, decimos, borradas del mapa. Hablamos de poner etiquetas a las personas o de etiquetar y mediante este acto decidimos una parte importante de su situación, de sus derechos, de su posición y cómo debemos verlos socialmente. Nunca es un acto ingenuo ni irrelevante. La etiqueta que ponemos es el resultado de operaciones culturales difíciles de controlar porque responden muchas veces a desfases, a mentalidades que no cambian y no quieren cambiar. Existe una gran guerra semántica y clasificatoria a nuestro alrededor y en nuestras propias mentes, aunque no nos demos cuenta: la Gran Guerra del Etiquetado.
Por todo esto, ya sea por sus efectos económicos, sanitarios, penales, políticos, etc., la definiciones y las clasificaciones son importantes y tienen un efecto real sobre nuestras vidas. Merece la pena revisar de vez en cuando los términos que usamos para referirnos a cosas o personas y saber que la expresión “llamar a las cosas por su nombre” suele esconder un deseo de control que se justifica en una concepción ingenua del diccionario. Las cosas no tienen nombre, sino que somos nosotros quienes se lo ponemos y encerramos dentro, como en cárceles, a muchos sin que pueden hacer nada por resistirse.

* "New Definition of Autism Will Exclude Many, Study Suggests" The New Yok Times 18/01/2012 http://www.nytimes.com/2012/01/20/health/research/new-autism-definition-would-exclude-many-study-suggests.html?_r=1&ref=science



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