viernes, 27 de enero de 2012

La censura global

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El anuncio por parte de Twitter* de que ajustará sus estándares de expresión a los límites que las autoridades y legislaciones de cada país consideren pertinentes puede considerarse como la primera gran censura global de la historia de las comunicaciones. El argumento del respeto a las leyes locales esconde —en su vergonzante expresión— la anteposición de los principios de expansión comerciales a la expansión de la universalidad de los derechos humanos.
Olvidamos con frecuencia —y esto es parte del proceso de transparencia tecnológica— que estos servicios que hemos integrado en nuestra vida y en los que depositamos confidencias, fotos, escritos, en los que establecemos diálogos y encuentros con otras personas de todo el mundo, son el resultado principal del deseo de ganar dinero de unos pocos y no de los deseos de libertad de sus usuarios.

La red global es el negocio global. Si se tiene que disfrazar de cordero, lo hace. Las sucesivas manipulaciones realizadas por algunas empresas que ofrecen estos servicios gratuitos son el aviso constante de una regla: cuanto más asentado está un servicio entre los usuarios, mayor es el riesgo de manipulación, ya que la tentación crece ante las perspectivas de ganar más. Los dueños de estas empresas, por mucho que lleven camisetas de manga corta y sandalias y coleta y piercing en una ceja, si es necesario, son tan tiburones como el resto. Como en cualquier otro sector, se trata de que crezca el número de usuarios y su dependencia. Los dramas que se han producido este año pasado por las caídas de servicios y la histeria entre los usuarios provocados por la perspectiva de perder la información acumulada y las relaciones establecidas han mostrado lo mucho que dependemos de estas megaempresas que controlan la mayor parte de las comunicaciones.
A diferencia de otros tipos de servicios regidos por derechos de los ciudadanos, aquí se rige todo por los deberes como clientes, es decir, por aquellas estipulaciones que unilateralmente establece la empresa y que debemos aceptar para crear una cuenta y acceder a los servicios que nos brindan gratuitamente, aunque —como bien sabemos— resulten ganancias multimillonarias de nuestra mera acumulación.


El aviso realizado por Twitter de su nueva política de bloqueos de información es un aviso más, de gran gravedad, ya que supone un pacto, dejando de lado a los millones de usuarios, con los gobiernos de los países. En aquellos países en los que las comunicaciones están amparadas por derechos, la situación no es preocupante porque no modifica en nada el deseo intervencionista, que se supone inexistente, del estado en cuestión. Es obvio que esta concesión no se hace pensando en estos países.
Pero es completamente distinta la situación en todos aquellos países en los que sí existen restricciones, censuras y hasta persecuciones y condenas por delitos de expresión. Cuando Twitter dice —con gran cinismo— que se amoldará a lo establecido por las “entidades” responsables en cada país para realizar sus bloqueos de mensajes. Tras esta aparente aceptación de la “legalidad vigente” en materia de expresión de cada país, se esconde el deseo de no ser bloqueado en su conjunto. Twitter antepone, como empresa, la aceptación de las normas de cada país para asegurarse su parcela en el mercado. Twitter bloquea para no ser bloqueado.

Esta auténtica real politik de empresa no es más que la constatación de lo que podemos considerar como el “modelo chino” de las comunicaciones. Es sabido que el pueblo chino no dispone de acceso a Facebook ni a Twitter. El gobierno chino ha creado sus dos servicios paralelos para que sus ciudadanos no recurrieran a un servicio que ellos no pudieran controlar y censurar si es necesario. En una dictadura como la china, el gobierno controla las comunicaciones de sus usuarios. La consecuencia es, por ejemplo, un mercado negro de conexiones que garantizan que las comunicaciones —teóricamente— no van a ser controladas  De forma clandestina, muchos chinos tienen sus accesos como muchos de los ciudadanos del mundo, los de aquellos países que tienen libertades, entre ella las de expresión. Son canales, además, usados por la disidencia para poder organizarse, es decir, aceleradores y coordinadores de los cambios. El ejemplo de los países árabes y sus revoluciones es decisivo en este sentido, ya que permitió burlar las censuras de los gobiernos de las dictaduras que controlaban las comunicaciones. Los revolucionarios de algunos países habían establecido sus redes para burlar los bloqueos previsibles, los cortes generales y los envíos masivos de mensajes (sms) por parte del gobierno manipulando a la gente, como ocurrió en Egipto.
Un caso importante de esta política comercial por encima de la política de las libertades y los derechos humanos lo constituye el controvertido caso de Google. China bloqueaba la implantación de Google con la exigencia de censurar los contenidos accesibles por sus ciudadanos. De forma polémica, Google creó Google China en 2005 sometiéndose a la política de censura del gobierno. Cuando los usuarios buscaban términos censurados, el buscador les devolvía el siguiente mensaje: “Search results may not comply with the relevant laws, regulations and policy, and can not be displayed”. Este es exactamente el mismo planteamiento que Twitter adopta ahora: amoldarserse a la legislación vigente.


Sin embargo existe una gran diferencia entre bloquear el acceso a la información existente, que ya es malo, y el bloqueo de mensajes entre personas, que es muchísimo más grave en todos los aspectos, ya que afecta a otro tipo de derechos que son cercenados por la acción de la propia compañía. ¿La causa?: ampliar el mercado.


La creación de Google China acabó mal —en 2010— ante las denuncias de los intentos del gobierno chino de acceder a las cuentas personales de gmail de disidentes y activistas de los derechos humanos o personas a las que simplemente les interesaba espiar y controlar. La empresa, por temor a las reacciones internacionales y en los propios Estados Unidos, aseguró que acabaría cerrando sus oficinas en China ante la imposición de tener que seguir censurando el buscador o no poder proteger la integridad del correo de sus usuarios. Los chinos dejarían de confiar en el servicio y los demás los acusarían de cómplices de una dictadura, que es en lo que realmente se habían convertido al acceder a las pretensiones del gobierno.

El caso de Twitter debe considerarse como un paso gravísimo en el mismo sentido, el de convertirse por razones de mercado en aliados de dictaduras o de culturas cerradas o regresivas en las que se asfixia la posibilidad del oxígeno que la globalización de las comunicaciones abiertas permite. Desde el momento en el que se establecen diferencias entre unos países y otros —según normas y "creencias"— en el acceso a la información se rompe la globalización y se vuelven a levantar las fronteras —los nuevos muros de Berlín, las nuevas murallas chinas— con las que aislar del resto del mundo a los que desean acceder a una visión diferente a la que tratan de imponer sus gobiernos dictatoriales. Por eso, el argumento de ajustarse a la “legalidad local” es nauseabundo porque esa legalidad puede ser cortar manos, azotar, lapidar, segregar, torturar, sexismo, pena de muerte, etc. y los delitos penalizados la simple crítica a los gobiernos u opinar de otra manera en cualquier aspecto. Siempre se utiliza la misma falacia como justificación: esto servirá, nos dicen, para bloquear los contenidos de los neonazis, etc. Para eso ya hay fórmulas con todo el amparo jurídico si es necesario. 
Lo que Twitter quiere es otra cosa, como era otra cosa lo que buscaba Google: ampliar su mercado en 1.600 millones de chinos y otros cientos de millones de personas que viven en países que tienen legislaciones restrictivas sobre qué deben ver o no ver sus ciudadanos, cómo se deben vestir, etc. Con esto Twitter se hace cómplice de las dictaduras, como también se hizo Google con su sumisión al gobierno chino. Perdieron la ocasión de demostrar que el “libre mercado” es algo más que la ley del embudo.


El gran crédito político que las empresas de las redes sociales —Facebook, Google y Twitter, básicamente— han tenido como armas y herramientas favorecedoras de las libertades bajo las dictaduras, lo están perdiendo a marchas forzadas. Espero que esto les quede claro a muchos analistas y publicitas: no han sido facebook, twitter o google los que han realizado las revoluciones. Han sido las personas que se  han servido de ellas. Y ahora pueden ser herramientas de las dictaduras, armas de represión, desde el momento en que secundan a los gobiernos autoritarios en su control social. De la dictadura política a la dictadura de los mercados, la del beneficio.


Los países emergentes económicamente no siempre lo son políticamente y, por el contrario, es su funcionamiento como dictaduras fabriles —países fábricas bien controlados— lo que les está haciendo emerger en muchos casos. Su gobiernos quieren que produzcan obedientemente y temen que la conjunción de la creación de mercados internos (lo que nosotros les vendemos) más la apertura a las informaciones exteriores acaben erosionando su control sobre las poblaciones. La mezcla de dictadura y corrupción económica que padecen por parte de sus tramas gobernantes no quieren arriesgarse a ser denunciadas a través de medios sin control. Por eso exigen la censura y las empresas se pliegan.

Lo grave del caso es que ya no se trata de que sean censuradas las comunicaciones por los gobiernos, sino de que son las propias compañías las que censuran para conseguir el beneplácito del gobierno y las bendiciones de sus accionistas.
En un mundo global, no hay más globalización que la universalidad de los derechos humanos y esa es la que los usuarios de este tipo de servicios debemos exigirles a unas compañías que pueden pisotearlos ellas mismas en beneficio de sus accionistas. Los países tiene sus fronteras; las compañías no. Sin fines sociales reales, aceptan adaptarse a los "mercados" con tal de entrar en ellos. No les importa la gente, solo pactar con los que les dejan implantarse. Las dictaduras ya saben con quién deben sentarse a negociar.
Para parar esto, no hay más que una solución: que lo que ahora piensan que les va a beneficiar, les haga perder por otro lado. Y que decidan. Por mi parte, puedo hacer dos cosas. Una ya la estoy haciendo, denunciarlo. La otra es borrar mi cuenta de Twitter, algo para lo que les doy una semana, por si acaso rectifican.

* "Twitter bloqueará en algunos países los mensajes que violen normas o creencias" El País 27/01/2012 
http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2012/01/27/actualidad/1327623769_089203.html




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