sábado, 28 de enero de 2012

Cuando el mensajero mata (La censura global II)

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Acabo de ver la noticia en el scroll de El País: “Anonymous pide un boicot a Twitter por la censura de mensajes. Los activistas convocan una huelga de tuits durante todo el sábado para protestar por el bloqueo anunciado por la red social. http://cort.as/1XTa”. No ha tardado mucho la reacción y me la imaginaba al ver unos minutos antes que algunos de mis amigos egipcios habían cambiado la foto de su perfil en Facebook por un icono alusivo a la censura de las comunicaciones.
Mi huelga particular la comencé ya ayer, cuando me dio pereza distribuir el artículo en el que criticaba la acción de Twitter a través de un tuit. Me pereció, sencillamente, incongruente.
La compañía juega con la inercia del uso, pero no cuenta con muchos otros factores que la propia red provoca. Por eso señalaba ayer que lo que más daño le puede ocasionar es perder por un lado lo que cree que ganará por otro. Si mi experiencia en estas cosas me ha servido de algo, la posibilidad de descontento hacia Twitter puede generar una demanda alternativa de un servicio sin censuras. Podríamos tener un sosías de Twitter en poco tiempo, un programa que fuera una alternativa con compromiso de no censurar las comunicaciones, al menos, como punto de partida. Podría salirle el tiro por la culata a Twitter y sus competidores aprovechar la ocasión. También cabe la posibilidad de que rectifique, pero creo que el daño está ya hecho. La jungla del mercado ya estará afilando las garras si ven que uno de los grandes presenta fisuras en su predominio monolítico e imperial. Al descontento general se le llama “oportunidad de negocio”.


Los países en los que esta cuestión censora es más evidente han dado ya el grito de alarma y de ahí se irá extendiendo, sin duda. Serán las comunidades más conscientes las que despierten en los demás los efectos de la gravísima medida adoptada por Twitter, a la que dedicamos el artículo de ayer en este mismo blog (La censura global).

Cualquiera que entienda el uso que se da a las redes sociales frente a los controlados medios tradicionales habrá comprendido que no es una maniobra empresarial sin más, sino una auténtica maniobra política represiva, equivalente al desmantelamiento de la resistencia o disidencia política en cualquier lugar del mundo en el que no se respeten los derechos humanos, especialmente los que afectan a las comunicaciones y libertad de expresión. Es más: la medida de Twitter es una incitación directa a que se legisle más restrictivamente en estos países, que se pase de la costumbre a la “ley” para que Twitter pueda aplicar con “buena conciencia” el filtrado censor de los mensajes.
En este sentido, Twitter habrá incitado a que se hagan explícitas las causas de censura elevándolas al rango de norma. La posibilidad de censurar Twitter es muy apetecible para cualquier dictadura. Tan grave como su acoplamiento (incluso estímulo, como señalamos) con las normas jurídicas locales que afecten a los derechos humanos, es su intención expresa de ir más allá de las leyes y llegar hasta la costumbre.


Esta declaración de intenciones en un momento en el que en todo el mundo está surgiendo una conciencia global de desafío —ha sido el año del “manifestante”, del “protester”, como protagonista, de Wall Stret a Yemen—, significa un avance de la reacción hasta unos límites insospechados a través de unos medios que pasan a ser considerados, sin duda, orwellianos. ¿Se amoldará Twitter a las leyes y costumbres, por ejemplo, de Arabia Saudí, uno de los países más reaccionarios del mundo? ¿Censurará todos los mensajes que se opongan a la lapidación, por ejemplo, en aquellos países en los que se aplica lo expresado en la sharía de forma literal, con sus castigos medievales? ¿Censurará los mensajes referidos a la homosexualidad en todos aquellos países en los que está penalizada incluso con la muerte o la cadena perpetua? ¿Eliminará los mensajes que protesten contra esas leyes? ¿Censurará los mensajes de los que se citen en Tahrir o Tiananmen? ¿Censurará en Corea a todos los que no estén de acuerdo con su amado y joven líder de repuesto?

Recuerdo haber visto un documental televisivo, hace ya algunos años, en el que se exponían las circunstancias de la contratación de la empresa que debía suministrar televisión por cable en China. China había elegido promover la televisión por cable y perseguir las antenas parabólicas porque un cable es fácil de controlar y cortar, mientras que las ondas son más complicadas de interferir. Es fácil ver que por un cable va lo que te permiten hacer llegar, mientras que puedes dirigir una antena parabólica al satélite que te apetezca. La proliferación de antenas en todos los países de Oriente Medio es debido al deseo de acceder a una información no controlada por los gobiernos de las dictaduras. Cualquier tejado de una casa de El Cairo, por ejemplo, es un bosque de antenas dirigidas a diferentes satélites. Me comentaban que algunas son reorientables a distancia mediante un motor, por lo que pueden ser cambiadas de satélite constantemente para ver unos u otros programas, con el consiguiente ruido en las azoteas y desesperación de los vecinos de la última planta. Cuando les preguntas por qué no ponen antenas comunales te dicen que cada uno tiene derecho a ver lo que quiera sin tener que ponerse de acuerdo.

Azoteas de El Cairo
Para evitar esa libertad de la antena y recibir programas de todo el mundo, China perseguía las parabólicas y fomentaba los cables. En aquel documental se le preguntaba a la empresa responsable respecto a qué harían si se produjeran manifestaciones en la Plaza de Tiananmen u otro tipo de revueltas en el país. Las respuestas de la empresa concesionaria de la emisión por cable era única en todos los supuestos que se le preguntaban: “Nosotros somos televisión familiar”. El mundo podía hundirse que ellos no modificarían la programación aprobada por el gobierno, un mundo amable dispuesto a ignorar cualquier alteración.

Explicación de los mecanismos para evitar la intervención sobre las comunicaciones
En una de las publicaciones oficiales de Skype podemos leer: "Caution for Chinese users: Skype cannot assure what you download from TOM-Skype does not include spyware. So download the international version from the Skype.com site or another independent source." El deseo de control de las comunicaciones se extiende a todas ellas. Un ciudadano con libertad de comunicarse es un peligro en una dictadura. La actitud de una u otra compañía es lo que marca la diferencia. No es lo mismo que te censuren o espíen a que seas tú quien asuma la acción de espiar y censurar. El siguiente paso es ya la delación.
Twitter ha dado un gigantesco paso en falso perdido por su codicia. El mercado chino sobre todo, del que están excluidos, es una tentación económica muy grande. Que crezca el nivel de vida de sus ciudadanos es un efecto de su ascenso a segunda potencia económica del mundo. Sin embargo, el gobierno chino sabe el secreto de su éxito no es solo la competitividad con el exterior, sino el férreo control interior. La empresas solo ven el "mercado chino", su potencial. No ven —o no les importa— su situación política, el estado de sus derechos y libertades.

El viejo mensaje del neoliberalismo que justificaba que el bienestar económico debía ir primero y que la libertad política llegaría después, se demuestra falaz si la economía se pone al servicio expreso de las dictaduras y de las costumbres retrógradas y reaccionarias. El viejo "libertad para qué" se ha sustituido por el "libertad por cuánto".
Twitter ha decidido echarles una mano y contribuir al mantenimiento de las censuras dictatoriales para mantener su propio crecimiento mundial. Independientemente del resultado económico de la operación, cualquier intervención se volverá contra la compañía que no podrá resistir la erosión de las campañas de todos aquellos que critiquen su actuación. Twitter acabará perdiendo mucho más de lo que gana. Por lo pronto, ha dejado al descubierto su esencia puramente económica.; fuera romanticismos. Ya sabemos que Twitter no hace revoluciones, como la propia compañía gustaba de hacer creer.
La expresión “no hay que matar al mensajero” deja de tener sentido cuando es el mensajero el que te mata a ti.


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