viernes, 9 de diciembre de 2011

Los conseguidores


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Van saliendo a la luz, uno tras otro, estos emprendedores de la palabra, esos que realizan gestiones, que tienen contactos, que son capaces de lograr lo que necesites (o lo que no necesitas), con unas llamadas a los números adecuados —ya sabes—, como setas. Sin ellos no eres nadie, te sientes como Paco Martínez Soria llegando a la ciudad, asustado de tanto coche y tanto ruido, abrumado. Ellos se saben los apodos de todos los que tienen firmas que abren puertas y cuentas. Han sustituido el viejo “usted no sabe usted con quién está hablando” por el “no sabe usted con quién puedo hablar”, que es mucho más moderno por aquello de las redes (jet) sociales; ellos son los del face(dura)book. Sí, son los conseguidores.

Son como una carta a los reyes, pero sin sello ni paje con peluca rancia; sin tener que sentarte en las rodillas de nadie, porque ellos se sientan en la tuyas. Sacan el móvil mientras se toman la aceituna con anchoa y antes de pinchar la segunda te dicen: “—¿Lo ves? ¡Resuelto!” Y tú, que llevas dos años intentando que te reciban, que te hagan caso, te quedas pasmado ante tal prodigio de eficacia y naturalidad resolutivas. Lo han resuelto con una mano mientras con la otra pinchaban una aceituna. 
Sientan a tu mesa al que quieras de cualquier campo —del arte, de la ciencia, de la política, de los negocios…—. Ellos tienen contactos, sí, muy buenos contactos. Lo que quieras (o no) te lo traen en bandeja. Y ya hablaremos del precio.
Por casualidades subterráneas de la vida, mi cine particular de ayer tuvo el gran reestreno del “El General de la Róvere” (1959), la maravillosa película de Roberto Rosellini con el gran Vittorio de Sica haciendo el papel del sinvergüenza, jugador, mujeriego, chulo, traidor…, del conseguidor que vive de sacarle dinero a la gente que tiene familiares prisioneros de los alemanes. Los sangra y tienen que hipotecar sus casas, venderlo todo para que él haga las gestiones ante el oficial corrupto alemán de ocupación con el que está conchabado; les acepta los paquetes de ropa y comida para los familiares encarcelados, paquetes que abre y se come despreciando tanto salami… Le da igual jugar con las expectativas de la familia de un condenado a muerte o las perspectivas de envío de un prisionero a un campo de concentración fuera de Italia. Él les vende sus contactos, les dice que hablará con gente muy arriba que puede solucionarles la situación… Él les traerá noticias.


De las calles destruidas, de las casas ruinosas de la de Italia bélica, de la miseria, podemos pasar a los cuerpos bronceados y al club náutico, a la estación de esquí, a la entrega de un premio, a cualquier espacio en el que la mitad de los asistentes mira como paletos a la otra mitad, que simplemente les ignora. Están los que miran y los que son mirados; los que les ha costado llegar hasta allí y a los que han tenido que pedir casi de rodillas que asistan para dar tono a la reunión o al evento. Sin ellos, no hay espectáculo; donde están ellos, hay negocio.
Y te pueden vender que el Tour de Francia pase por Baleares, aunque no seas Francia (¿Qué más da? ¡Detalles!) y ellos no te prometen nada, pero si no se intenta, no se consigue, Aquí, como en la Lotería, si no compras no ganas. Y te soplan un millón largo de euros por iniciar gestiones y te traen (dándole un premio) al director de la carrera (un señor muy importante) para que te vean con él y les guiñas un ojo al pasar y les haces el gesto de todo va bien, estoy en ello. Después el señor importante se sorprende de lo que le dicen porque no entiende por qué no le preguntaron directamente a él y tuvieron que gastarse ese millón tontamente para algo imposible, que el Tour pasara por Baleares.

¿Cuántos conseguidores de estos tenemos vendiendo olimpiadas, tours, campeonatos… lo que haga falta? ¿Cuántos con agenda, con contactos, con acceso a los números privados? ¿Cuántos de ya lo hablamos en Mallorca hay sueltos por nuestra geografía?
Como en los timos clásicos, para que estos individuos proliferen tiene que estar presentes los “tontos listos” y una política de la ostentación, del golpe de efecto, de la foto glamourosa, de los matrimonios idílicos —el presidente y la cantante, el torero y la tonadillera, el deportista y la nobleza—, la “pipolización”, en suma. La gente con contactos es reclutada por los conseguidores de conseguidores, los que necesitan de caras y nombres conocidos para que el paleto caiga en el timo.

Con el dinero que les llega a estos conseguidores, con lo que se desvía con la excusa de que una carrera —de coches, de vela, de bicicletas— va a atraer mucho turismo a nuestra región; con el dinero de las obras faraónicas de museos que apenas visita nadie, pero en las que cuelgan las obras de los amigos y las que los conseguidores nos han traído por un precio por ser para ti, chato…, con todo ese dinero se levantan fábricas y se pagan becas, se aumentan pensiones y se invierte en futuro. Todo va a las Caimán, islas en las que a nadie se le ocurre hacer etapas del Tour.
Esto, lo de los conseguidores, lo de La escopeta nacional, es ya muy viejo, pero sigue siendo una lacra allí donde llegan a la política estos amigos del lujo, del puro habano o del cigarrillo americano, que se mueren por hacerse una foto cortando una cinta en algo tan absurdo como una etapa balear del Tour de Francia. Ya lo dijeron: ¡El turismo es un gran invento!
¡Idiotas! ¡Ellos y nosotros!





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