lunes, 12 de diciembre de 2011

La petición


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Tawakoll Karman, la joven periodista yemení que ha recibido el Premio Nobel de la Paz junto a otras dos mujeres —las liberianas Ellen Johnson Sirleaf y Leymah Gobwee—, ha sido muy clara en su discurso de recepción y ha realizado una petición:

“The democratic world, which has told us a lot about the virtues of democracy and good governance, should not be indifferent to what is happening in Yemen and Syria, and happened before that in Tunisia, Egypt and Libya, and happens in every Arab and non-Arab country aspiring for freedom,” Ms. Karman said. “All of that is just hard labor during the birth of democracy, which requires support and assistance, not fear and caution.”*

A nadie con un mínimo sentido común se le escapan las dificultades que el asentamiento de una democracia tiene.Muchos países mantienen unos niveles precarios de salud democrática y tenemos varios ejemplos en Europa de situaciones más que complicadas. Los manejos del poder en Rusia, sin ir más lejos, y otros muchos países, hacen dudoso considerar que la democracia sea un estado perfecto y acabado. Es más bien como un organismo vivo, sujeto a los vaivenes del entorno y a los descuidos de los que lo dan por hecho. Una democracia sana es la que, previsora, se coge la bufanda cuando hace frío. Estamos viendo que el virus de la corrupción también ataca a las sanas democracias y las manda al servicio de enfermería en cuanto que se descuidan. No es solo Rusia o Lituania. El caso de Brasil es también ilustrativo, con seis ministros cesados por corrupción en apenas unos meses. España misma —estamos en el puesto 31 de transparencia en la lista internacional— tiene sus casos, mayores o menores, permanentemente. Separamos democracia y corrupción, pero eso no es más que un juego mental. En África ha habido y hay varias guerras por fraudes electorales. Pero no son solo los fraudes. Si los que elegimos nos roban o se lucran indebidamente, la democracia se resiente; no ha funcionado como debía. Nada más delicado y complejo que una democracia. Nada más difícil que ponerla en marcha; tampoco es fácil mantenerla sana.


Por eso la petición de confianza, de apoyo y asistencia, que la premio Nobel yemení hace a Occidente debe ser escuchada atentamente ahora que los ánimos se han enfriado para algunos. Los que pensaban que en países con los niveles altísimos niveles de corrupción y poca o nula tradición democrática, con partidos circunstanciales o desconocidos, todo se iba a purificar con la presencia cristalina de una urna, se equivocaban. Hemos ayudado a indecentes dictaduras con miles de millones de dólares y euros, hemos abrazado a sus infames presidentes. Demos un margen de confianza esta vez a los procesos en los que están inmersos a sabiendas de dos cosas: que la democracia consiste en que ellos elijan sus representantes y no los nuestros, y que es un proceso que debe darse en el tiempo, que requiere muchas cosas. La ignorancia y la pobreza en la que estas dictaduras han mantenido a sus pueblos —entrar en Yemen, nos dicen, es trasladarse a la Edad Media— tardará muchos años en arreglarse.

Es la tarea de las generaciones más jóvenes, a las que hay que respaldar, las que se han levantado y ahora sienten que les sustraen sus revoluciones porque los votos van a otros lugares. Hace falta apoyar a sus jóvenes, convencerles de que en su formación e integridad está el futuro de unos países a los que aman, por el que se han levantado y dejado sangre y vida. Desecharon el camino fácil de la migración; eligieron el del compromiso. Es ahí, en ese terreno donde debe ir el apoyo. Es ahí, con toda la sinceridad y naturalidad, donde hay que trabajar con ellos.

El mensaje que Occidente debe transmitir es precisamente el que reclama Tawakoll Karman: sacudirse la indiferencia y apostar por un futuro en el que la comunidad internacional manifieste su apoyo democrático exigiendo los mínimos de partida y la evolución social permanente, apoyando progreso y no solo la vergonzosa seguridad de los dictadores. El mejor favor que Occidente puede hacer a las democracias que están por llegar es negarse a aceptar ningún tipo de componendas con nuevos dictadores y alentar, mostrar su apoyo a los que defienden y buscan la mejora de sus pueblos. Es algo que debemos exigir desde nuestros propios países.
Para esto tiene que pensarse también más allá del dinero. Hay acciones más allá de lo puramente económico, de las inversiones. El desarrollo es importante pero, por lo que hemos visto, el dinero no trae directamente la democracia, pero si suele atraer a la corrupción. Es lo que han visto y vivido durante décadas. Las empresas que inviertan tienen que apoyar la causa de la democracia no sumándose al camino fácil de la corrupción, como ha estado sucediendo con demasiada frecuencia.
Además del desarrollo hay que establecer otros vínculos, que son los que Tawakoll Karman reclama: apoyo y asistencia y no miedo y precaución. Hacen falta muchos foros, no solo políticos; también sociales y culturales, muchos intercambios, mucho conocimiento mutuo para poder sacudirnos los miedos. Muchos de ellos son fruto de la ignorancia y de la pobreza. Quizá exigimos demasiado y demasiado pronto. No basta con querer ser libres, hay que tantear los caminos, resolver los obstáculos que han estado impidiendo el progreso en casi todos los sentidos.


La división está entre los que saben que no es fácil y los que no quieren hacerlo. No existen varitas mágicas. A los que saben que no es fácil, hay que tratar de animarles para que sigan en su empeño y no se dejen vencer por el desánimo. A los que no quieren hacerlo, señalarles que la responsabilidad histórica del porvenir de sus pueblos exige salir de las catacumbas y afrontar un futuro realista, que una vez que los pueblos se levantan, aprenden el camino, que regresarán una y otra vez a calles y plazas.

Las dictaduras no se destruyen en un mes ni las democracias se construyen en un año. Tras los dictadores no solo están sus hijos o los amigos y los amigos de los amigos. También están las inercias, las costumbres y los vicios que han resultado gratificantes para muchos y que tienen que sacudirse para avanzar. No se han levantado para cambiar de dictadores.
La petición de Tawakoll Karman encierra mucho de esa constatación. Los que han reclamado libertad son muchos; aquellos cuyo sueño de libertad tenía alguna forma específica son menos. Ahora tienen que ponerse de acuerdo en dar forma a sus sueños una vez que lograron despertar. Espera un largo camino. Para ese camino es para el que piden apoyo y asistencia. Debemos recorrerlo con ellos honesta, sinceramente.

* “3 Women’s Rights Leaders Accept Nobel Peace Prize”. The New York Times 11/12/2011 http://www.nytimes.com/2011/12/11/world/sirleaf-gbowee-and-karman-accept-nobel-peace-prizes.html?src=ISMR_AP_LO_MST_FB



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