viernes, 23 de diciembre de 2011

Cainismo postelectoral

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El espectáculo que están dando los diferentes grupos del Partido Socialista será estudiado como el ejemplo mejor documentando de cainismo postelectoral. No tengo el más mínimo interés en terciar a favor de nadie, sino en decir que este proceso fratricida se lo podían haber ahorrado si lo hubieran hecho antes, si hubieran realizado un verdadero y constante debate. Todos habríamos salido ganando y ellos, probablemente, también. Porque el PSOE no ha perdido de esta manera apabullante por la crisis, sino por su crisis.
La aparición de páginas y manifiestos diciendo que unos estuvieron allí* y los otros en no se sabe dónde, tratando de salvar la figura de José Luis Rodríguez Zapatero, como gran timonel, no deja de ser un ejercicio absurdo, resultado de la falta de sentido y de la desconexión de la política y la sociedad española en estos años.


Señalar males generales no significa que no se tengan los propios, de la misma forma que la alusión del documento publicado respecto a la crisis general no puede esconder los defectos específicos que nos han caracterizado. Separar las dos legislaturas en una edénica y otra apocalíptica no es sensato porque parte del apocalipsis proviene del edén primero. Y eso es lo que ha percibido una parte importante del electorado que, por encima de las disputas internas, ha abandonado masivamente  el barco socialista y se ha pasado a otras opciones o se han quedado en su casa dando la mayoría absoluta a sus rivales. A unos les habrá sentado mejor que a otros, pero es lo que hay. Los millones de personas que dejaron de votar al partido socialista también estaban firmando su manifiesto.

El ejercicio de cerrar filas junto al jefe destronado puede ser un ejercicio honesto de dar la cara y repartir las responsabilidades para que algunos listos no se laven las manos de su responsabilidad en el desastre electoral. Y político, ¿por qué no decirlo? La expresión “la crisis ha pasado factura” es demasiado cómoda para ser real. Por supuesto que las crisis pasan facturas, pero unas mayores y otras menores, unas más justificadas que otras. Y la factura que le han pasado al PSOE es muy elevada y no se puede esconder.
Mejor harían los contendientes postelectorales generales y electorales locales, pues lo que están dilucidando no es solo la política nacional sino el atrincheramiento dentro del aparato del partido, en tratar de aprender de sus errores. Y el primero de ellos es el propio funcionamiento del partido, su cierre absoluto a cualquier idea renovadora, en manos de un aparato ciego. Lo señalamos en su momento y se ha visto el resultado. Un partido en el que no hay debate es un partido desconectado socialmente en un momento en el que los ciudadanos han señalado por miles su descontento hacia el funcionamiento de todos los partidos acusándolos de lo mismo. El mecanismo de selección de candidatos es francamente aparatista por no decir otra cosa. El convertir los congresos en “conferencias” es reducir los debates ideológicos o políticos a cafés de sobremesa entre amigos. Y todo esto se paga, porque se ha puesto en marcha un movimiento general de fiscalización que está sensibilizando a la gente, que ya no es tan fácil de engatusar.

El distanciarse de la figura de Rodríguez Zapatero ya ha sido una realidad en la misma campaña electoral porque los estrategas y comunicadores identificaron que iba a ser un problema. Nos olvidamos que hubo que adelantar las elecciones para que no ocurriera lo de Grecia o Italia. Solo esa astucia de adelantarnos al desastre nos ha salvado ante nosotros mismos del ridículo de no ser capaces de enderezar nuestro propio rumbo directo hacia las rocas del acantilado. Y eso, dentro del desastre, debe considerarse como un logro importante. Otros, como Papandreu o Berlusconi, han sido desalojados mediante procedimientos mucho más traumáticos y que costará explicar y cerrar democráticamente. La crisis existente justificaba el adelanto electoral y esos nos salva el pellejo democrático, mejor que una crisis de gobierno exigida desde fuera. Puede que alguno se riera por dentro de José Luis Rodríguez Zapatero, pero no lo hicieron públicamente, como Sarkozy y Merkel de Silvio Berlusconi. En ese sentido, hemos estado a la altura. El espectáculo italiano y griego nos lo hemos ahorrado.

Los socialistas tendrán ahora que matarse para desalojar a unos y que entren otros. Algunos recordarán aquellas leyes que enunciamos sobre estas cosas, la aplicación maltusiana-darwinista (Darwin se inspiró en Thomas Malthus) de la lucha por los recursos escasos. Mucho aparato para tan poco puesto. La lucha será a muerte. Y no sé si servirá para algo más que para repartir.
Nuestros partidos necesitan más contacto con la sociedad y menos mensajitos en los plenos, escuchar más a los que padecen las crisis que a los que se quedan sin puesto cuando se pierden las elecciones. Necesitamos políticos serios, más que políticos profesionales. Losa partidos no son empresas, aunque a veces lo parezcan.
Los redactores y firmantes de manifiestos e iniciativas pueden seguir con sus peleas y rencillas, criticándose unos a otros sobre sus responsabilidades y sus orgullosas herencias, pero el tren ya pasó, y el momento requiere otros planteamientos, otras voces, otras ideas y quizá muchas caras nuevas.
Tienen que llegar otros aires a la política. Tiene que haber otra forma de preocuparse y ocuparse de la ciudadanía.

* Opinión: “Yo sí estuve allí” El País 22/12/2011 http://politica.elpais.com/politica/2011/12/22/actualidad/1324586624_492363.html

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