jueves, 7 de julio de 2011

Mares de corrupción

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

La sensación que tenemos es de estar inmersos en mares de corrupción. Habrá moralistas que piensen que el grado de corrupción sobre la faz de la tierra es constante a lo largo de la Historia. Unos habrá que opinen que es algo que está en los genes y otros esgrimirán que es el poder el que corrompe. Sea por los motivos que sea, natura o mala educación, lo cierto es que podrían crearse secciones fijas en nuestros periódicos dada la densidad que el tema está teniendo últimamente. Según el barómetro del CIS hecho público ayer, los españoles estamos cada vez más preocupados por la corrupción y entendemos que está vinculada con el poder, es decir, con los políticos. Que percibamos la corrupción y la política como algo naturalmente vinculado tampoco es bueno porque nos hace alejarnos de ella y, sobre todo, porque atrae hacia la esfera pública a los sinvergüenzas y delincuentes que se acercan con la esperanza de pescar en un cubo [ver entrada La corrupcióny el efecto llamada].
Según el CIS, nos dice El País, los españoles se incluirían entre estos moralistas pesimistas, sin distinción de matices nacionales:

[...] la mayoría está de acuerdo o muy de acuerdo con que hay corrupción porque forma parte de la naturaleza humana y siempre existirá y no es algo propio de la cultura española. Y un 85,9% cree que la corrupción existe porque la Administración la permite y no la persigue lo suficiente, es decir, disculpando a los políticos.*

Pero al igual que ocurre con los “genes educativos”, los “genes corruptos” no son más que la proliferación de ocasiones y la evaluación positiva de los riesgos. De los mercados a la política, la inversión se hace allí donde se puede conseguir más por menos. Los mayores beneficios se alcanzan asumiendo los mayores riesgos. Esto en materia de corrupción significa que la política se convierte en un instrumento para conseguir beneficios de distinta índole, dinero o influencias. Tienen razón los primeros y los segundos. Decía ese pesimista universal que era Mark Twain que una persona honrada es un ladrón que no ha tenido la ocasión de robar. Sin llegar a ese extremo, ya por vía evolutiva o por vía psicoanalítica, lo cierto es que nos gustaría tener todo lo que nos apetece y, para algunos, esa apetencia no tiene límites. La sociedad se dota precisamente de normas y leyes para evitar que estemos haciendo lo que nos apetece sin contar con lo que quieren los demás o a costa de ellos.


Lo preocupante de la corrupción es que la sociedad baje sus medidas de protección o, peor todavía, que sean los corruptos los que hagan las leyes. En Italia, el primer ministro Berlusconi elude la justicia a golpe de mano legislativo. Para evitar enfrentarse a los jueces, el Parlamento aprueba nuevas leyes que le benefician. Hace apenas unos días intentó colar una medida que beneficiaba a sus empresas. Le han hecho retirarla.
El sueño más feliz del corrupto no es hacer dinero, sino lograr hacer las leyes que lo posibiliten. Convirtiéndose en legislador o influyendo sobre ellos, el corrupto se convierte en corruptor y se cierra el círculo. Este es el efecto más peligroso de la corrupción. Por encima de las cantidades estafadas, es la extensión de la corrupción a las raíces legislativas o administrativas del sistema. Decimos que “el que hace la ley, hace la trampa”. Deberíamos decir que a los tramposos les gusta hacer las leyes que ocultan sus trampas.

La impopularidad de la SGAE ha sido constante
No hay nada nuevo en la corrupción, es cierto, pero también es cierto que adquiere tintes cada vez más preocupantes. El escándalo de la SGAE, una entidad tan preocupada por el fraude, cuyos argumentos iban siempre en la dirección de exigir que los poderes públicos tomaran cartas en el asunto para evitar los daños a los autores, parece que es un buen ejemplo de la novedad del sistema de la corrupción. La desfachatez del asunto va creciendo y veremos hasta dónde llega, pero parece que se va a llevar por delante muchas cosas.
Hoy tenemos la noticia de la dimisión de un segundo ministro, el de Transportes, en el gobierno de Brasil. El primero ya lo hizo en enero también por corrupción. Parece que en Brasil la gente tiene mucha prisa en llegar al poder para convertirse en emprendedores corruptos. También nos llegan de Turquía las espectaculares noticias de la corrupción de la liga de futbol con la detención de directivos y jugadores por amañar partidos. La generalización de las apuestas ha hecho crecer  la corrupción en el deporte. La reciente elección  de la dirección de la FIFA ha estado llena de acusaciones de corrupción. Lo mismo ocurre sistemáticamente con las designaciones de sedes para la celebración de juegos deportivos u otros acontecimientos, que siempre se ven salpicadas por acusaciones de este tipo. El presidente chino reconocía que el mayor problema de China era la corrupción. China cuenta ya con el mayor número de millonarios escandalosos, por cifras y métodos, sobre el planeta [ver entrada La lista Forbes y la Felicidad Interior Bruta]. Los casos se podrían extender a casi todos los países, en algunos convertidos en problemas políticos de primero orden, como en Letonia [ver entrada La corrupción letona].
Lo importante, si aceptamos la hipótesis de la corrupción natural del ser humano, es precisamente salir del fatalismo —que juega a favor de la corrupción— y entender que las instituciones no se han hecho para favorecerla ni para ser ocupadas por los peores, sino todo lo contrario. Frente a la corrupción la única salida viable es la reivindicación de las instituciones y la selección cuidadosa de las personas que las ocupan. El movimiento del 15-M ha puesto énfasis en denunciar la corrupción y la exigencia de medidas contra ella, como la imposibilidad de los imputados de presentarse a las elecciones. La corrupción política suele estar ligada a mecanismos económicos y es también ahí donde se debe profundizar. No se puede atacar la corrupción política sin atacar los focos que la fomentan y la mantienen. Crear buenas leyes y mecanismos de defensa institucional es esencial. Podemos tener una visión negativa de la naturaleza humana, pero debemos creer que hemos creado las instituciones para tratar de superar nuestros defectos. 
Debemos creer, por nuestro propio bien, que existen islas de honestidad en los mares de corrupción. Demasiado tiempo teorizando sobre lo esencial del propio interés como motor del mundo tiene estas cosas, que algunos se exceden. Más importante que el éxito es cómo se consigue.

* "El PP, percibido como el partido más implicado en la corrupción" El País, 7/07/2011 http://www.elpais.com/articulo/espana/PP/percibido/partido/implicado/corrupcion/elpepunac/20110707elpepinac_14/Tes

[Manel Fontdevilla 2007]

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