sábado, 23 de julio de 2011

Las tres ces y la economía real

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Paul Krugman

El artículo que el profesor de la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía, Paul Krugman, publica hoy en el diario El País siembra dudas en muchos sentidos. Después de hacer un análisis general de la situación concluye con la siguiente idea:

Hay una antigua cita, atribuida a distintas personas, que siempre me viene a la mente cuando observo la política pública: "No sabes, hijo mío, con qué poca sabiduría se gobierna el mundo". Ahora esa falta de sabiduría se pone plenamente de manifiesto, cuando las élites políticas de ambos lados del Atlántico malogran la respuesta al trauma económico haciendo caso omiso de las lecciones de la historia. Y la Depresión Menor continúa.*

La palabra “depresión” en el artículo se acerca más a lo que significa en Psicología que en Geografía. Tal como Krugman la presenta, estaríamos ante un trastorno del estado de ánimo que provocaría este sentimiento económico de infelicidad. Platón se representaba el alma humana como un carro tirado por dos caballos, uno dócil y otro rebelde, uno que aspira hacia lo espiritual y el otro que se deja llevar por lo corporal y sensible, guiados por un auriga racional. El auriga racional debe equilibrar su carro alado para conseguir ascender hacia lo divino. La propuesta de Krugman es que quizá deberíamos hacer pruebas de alcoholemia al auriga.


En Economía están los que echan la culpa de los accidentes a los conductores, otros a los vehículos y, finalmente, otros lo hacen a la carretera. Los optimistas piensan que es una causa, los realistas que pueden ser dos, y los pesimistas que son las tres conjuntamente, “conductor”, “coche” y “carretera”, las tres “ces”: los políticos, dirigentes e instituciones, por un lado; las economías nacionales y sus capacidades productivas, por otro; y, finalmente, las condiciones económicas globales o coyuntura. Como en la metáfora platónica de la conducción, para alcanzar la perfección es necesaria la armonía para llegar a buen fin. El auriga que no se hace con los caballos, pierde el control del carro y se estrella en la primera curva o acaba volcado en una zanja.

Algunos preferirán ver la economía mundial como un solo coche con su auriga, y otros preferirán representárselo como muchos coches produciendo un gigantesco atasco en el que los más torpes y con peores vehículos han atrapado a los buenos conductores de potentes coches.
Pero utilicemos la metáfora en el nivel que queramos, lo cierto es que las decisiones de hacia dónde se debe dirigir el vehículo y el adecuar la velocidad al estado de las carreteras, que diría Stendhal, es responsabilidad del conductor. Del artículo de Kurgman se desprende, además, que los conductores se están equivocando de camino porque no se acuerdan del mal estado de la carretera que eligen. Comentábamos no hace mucho las críticas de The New York Times a la administración Obama por haberse contagiado por la obsesión con la deuda y el déficit en vez de esforzarse en solucionar el problema del paro. Este artículo, también publicado por The New York Times, originariamente, incide en ello. La Economía es una ciencia que se centra en descubrir pautas y elementos que permitan la toma de decisiones. En última instancia es lo que hará el auriga en su nivel: decidir la velocidad, el camino y cómo debe entrar en las curvas.
El paro es la traducción humana de los males de una economía. No puede haber una buena economía si hay paro, entre otras cosas porque la economía no es una irrealidad teórica, sino una abstracción realista, una traducción a números de una situación real. Muchos acaban considerando que la economía es algo que ocurre en un papel, como los que piensan que la bolsa es una pantalla en la que suben y bajan unos gráficos muy graciosos. La Economía acaba y empieza en la realidad: no se produce si no se consume. Y no se consume si no se tiene empleo y un sueldo decente que deje excedentes para consumir. Escribe Krugman:

La desaparición del paro de la retórica política de la élite y su sustitución por el pánico al déficit han sido verdaderamente llamativas. No es una respuesta a la opinión pública.

Y lo que es peor, no es una respuesta a la realidad. Lo que se ha estado haciendo no es generar más empleo, sino generar más endeudamiento. Ha sido más fácil dar un préstamo que un puesto de trabajo. La diferencia es importante, como estamos viendo ahora. Las cifras de crecimiento sobre ficciones se han barajado con demasiada alegría. Ahora se ve que la gente, los ricos en deudas, son pobres endeudados sin perspectivas de devolución. Y las fichas del dominó siguen cayendo.

En el deshaucio que se produjo en Madrid hace un par de días, la mujer desalojada de su hogar, sin empleo y con dos hijos, uno de ellos con un 70% de discapacidad, agradecía el apoyo prestado por los ciudadanos y lanzó un grito con una gran verdad: “Me voy con la cabeza alta. ¡No soy morosa, soy pobre!” La suma de precariedad y endeudamiento es hielo fino, un riesgo permanente que mostraba la debilidad del modelo económico español, por localizar las responsabilidades. Los políticos han preferido camuflar las cifras del paro antes que solucionarlo y cuando cae el chaparrón y el agua arrastra la capa de brillante pintura, se comprueba que en las chabolas hay goteras y finalmente se las lleva la riada ladera abajo.
Nuestra debilidad es el fruto de la tendencia a ver la economía en un gráfico y no en la calle. Se dan las cifras que mejor camuflan la realidad y no las que mejor la representan. Son las patéticas sombras platónicas de la realidad que esconden, no la perfección, sino la inoperancia de nuestro sistema por no tener en cuenta que son personas con problemas reales sobre quien se está actuando con esas decisiones tomadas o dejadas de tomar. El realismo económico debe ocuparse de solucionar los problemas reales. La economía abstracta y triunfalista, por el contrario, es la que maquilla el cadáver, porque lo único que piensa es en salir a mostrar gráficos que demuestren lo bien que lo hacen.  Los problemas no están en los gráficos, están en la calle. Los tienen las personas.

* Paul Krugman: “La Depresión Menor”. El País, 23/07/2011 http://www.elpais.com/articulo/economia/Depresion/Menor/elpepieco/20110723elpepieco_4/Tes


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