domingo, 31 de julio de 2011

Un mar de flores

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

La respuesta de los noruegos a los horrendos crímenes de su ciudadano más deleznable ha sido cubrir Noruega con un mar de flores. El país ha reaccionado en la dirección contraria que esperaba el asesino, que reclama en estos momentos la dimisión del primero ministro para declarar todos sus planes ante sus interrogadores.
La respuesta de Noruega es la de un país sensato en los que, como en todo país sensato, puede vivir un loco. Lo malo de la proporción entre locos y cuerdos es que es terriblemente desigual en sus efectos. Pero el ánimo de muchos siempre vence a las exaltaciones de unos pocos. A las palabras sigue el valor de los gestos de paz y manifestación decidida de no dejarse arrastrar por la locura asesina. Si buscaba adhesiones a su gesta criminal, solo ha conseguido rechazo.
Las sociedades tienden a olvidar con demasiada frecuencia la fragilidad de las libertades que disfrutan. Nos acostumbramos tanto a usarlas que forman parte de nuestra vida, frente a aquellos que tienen que realizar verdaderos esfuerzos para poder disfrutar de una mínima parte. Los criminales nos recuerdan que nosotros no lo somos. Los asesinos nos recuerdan con sus actos cuánto aborrecemos la violencia.

Sin embargo, cuando ocurren situaciones tan terribles como las vividas estos días por los noruegos y, con ellos, todos los hombres y mujeres de buena voluntad del mundo, debemos recordar esta precariedad, este olvidado privilegio de ser libre en una sociedad democrática en la que puedes manifestar tu opinión junto a personas que son muy distintas a ti sin necesidad de odiarlas y desear su exterminio.
 El problema de la violencia  se combate con unas medidas; las causas que llevan a la violencia con otras. El racismo, la xenofobia y la intolerancia religiosa, son fantasmas que toman cuerpo en cuanto se comienza a prestarles el cuerpo terrenal de nuestra desidia. Cuando se mira hacia otro lado, los problemas crecen. La respuesta siempre es más y mejor educación para evitar que surjan estos criminales y, si surgen, que exista la firmeza para rechazarlos. Es importante la eficacia, la excelencia, la formación, etc., pero damos demasiado por supuesto que los sentimientos de ciudadanía, los de respeto y convivencia, surgen de forma espontánea solo por escribirlos en las constituciones y comentarlos, en el mejor de los caos, una vez al año.
La “ciudadanía” no es un ejercicio escolar. Eso es solo una parte. Es sobre todo demostración y ejemplo, la vida que queremos y se concreta en pequeños detalles. Los noruegos han recordado brutalmente sus valores y se han reafirmado en su voluntad de continuarlos activamente. No se retiran, pasado más de una semana, de unas calles en las que unos y otros se abrazan y hacen gestos públicos de solidaridad. No son momentos para quedarse solo en la oscuridad de una habitación, sino de buscar lo que nos convierte en comunidad y no solo en un país-empresa. El error del nacionalismo, como invento emocional romántico, es pensar que se trata de una cuestión de sangre, una fusión de genes y tierra. Querer a un país es una metáfora; es querer lo mejor para sus gentes, para todos los que lo han hecho suyo con su presencia y esfuerzo, como lugar de trabajo o como refugio, y contribuyen a su bienestar general. Un país sin gente no existe, es solo un solar vacío. Por eso la aventura criminal de demostrar su amor patrio a través de la muerte de sus compatriotas es la evidencia de la doble locura del asesino, por matar y por matar en el nombre de su país a sus propios ciudadanos.
El mar de flores de los noruegos los noruegos expresa su dolor por los muertos y su firmeza, personal, social e institucional, para continuar con su proyecto de vida en común.

Un libro: La Gran Recesión, de Nikolaus Piper

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Hay un aspecto muy peligroso en la ignorancia: la inconsciencia de la propia ignorancia. Además de no saber, no sabemos lo que ignoramos. Eso implica que, al no saber las causas de nuestra desgracia, podemos seguir repitiendo los errores y no salir nunca del problema. En el mundo económico hay mucho interesados en la ignorancia, en que creamos lo que se nos dice sin más. Se ha criticado, con razón, el endeudamiento excesivo de las personas a las que no se les advirtió que endeudarse cuando el dinero está en su punto más bajo significa que el endeudamiento saldrá cada día más caro.
Cuando escuchas casos de la gente, sus angustias, sorprende ver en la cantidad de cosas en las que se metieron ante la facilidad de conseguir dinero. A unos se les dio dinero y a otros se les pidió, se les prometieron rentabilidades por las nubes y se lanzaron a aventuras financieras sin demasiado control. Unos (los que gastaban) y otros (los que invertían) perdieron lo que la cordura más elemental exige: el sentido de la realidad.
Por eso es de agradecer una obra como la del periodista alemán Nikolaus Piper, La gran recesión. Causas y efectos de la crisis que ha dislocado el mundo financiero y la economía cotidiana.* Piper es un experimentado y premiado periodista económico, trasladado a Nueva York al principio de la crisis, en 2007. Esta obra, La Gran Recesión, fue galardonada en Alemania como mejor libro económico del año.

 Ante una crisis tan compleja como esta, el libro es un ejemplo de claridad expositiva en lo práctico y en lo teórico. Piper recurre a la Historia de la Economía para establecer analogías con situaciones y remedios, y a los ejemplos de lo cotidiano. Hace convivir la teoría y los efectos en las personas de la calle.
La crisis económica en la que nos encontramos tiene su origen tanto en lo que se hace como en lo que se deja de hacer y tanto en lo que hacemos como en lo que los demás hacen. Tanto en su faceta individual como colectiva, privada como estatal, comienza cuando el ahorro deja de considerarse una virtud. Y esto ha ocurrido, cuando el crédito se puso excesivamente barato. Eso hizo que se lanzaran particulares, empresas y el estado mismo a un endeudamiento excesivo, cuyas consecuencias se están pagando ahora.

En lo que nadie reparó entonces fue en que el abaratamiento del crédito en España e Irlanda tuvo su máxima repercusión en el sector privado, pues fue ahí donde se desató una especulación inmobiliaria sin precedentes. Entre 1998 y 2008 los precios de la vivienda en España se duplicaron, y lo hicieron en términos reales, teniendo en cuenta la inflación. Cuando la especulación alcanzó su cota máxima, en España se construían más casas que en Alemania, Francia e Italia juntas, y eso en un país de 45 millones de habitantes y con una población menguante. Esta evolución se asemejaba sorprendentemente a la de Estados Unidos. El boom estaba siendo propulsado por una especulación inmobiliaria, la cual —y eso debería haber estado claro— se alejaba por completo de la realidad. Las personas sencillamente no tienen una necesidad ilimitada de vivienda y no pueden gastar una cantidad ilimitada de sus ingresos en vivienda. También la burbuja inmobiliaria que surgió en el sur de Europa e Irlanda fue muy parecida a la de Estados Unidos. En ambos casos fue el abaratamiento del crédito lo que dio al traste con todas las barreras y normas de precaución. (342)

Aunque hayamos citado este texto con especial dedicación a la economía española, lo cierto es que apenas aparecemos citados en la obra, tan solo al final. La principal referencia a España son las bancarrotas de Felipe II como ejemplo de los errores que no se deben cometer cuando se gasta demasiado. Sin embargo, el contenido general de la obra, su centro en la economía norteamericana y su relación con la europea y, especialmente, con la china es tremendamente esclarecedora de muchos de los problemas actuales, incluidos los nuestros específicos. También del futuro y sus nuevos problemas y retos.


De la lectura de la obra de Piper se siguen muchas reflexiones si se establecen analogías con nuestras propias circunstancias. Los españoles deberíamos aprender a marchas forzadas las lecciones básicas de la economía por la cuenta que nos trae a todos. Porque una cosa ha quedado clara: los que tenían que haber hecho ciertas cosas no las hicieron y otros se beneficiaron de ello. Saber siempre es una ventaja y es más fácil hacer negocios cuando sabes que cuando no. Lo que queda claro es que el modelo especulativo, el basado en la construcción —eso que en España se ha llamado el “tirón de la construcción”— nos ha marcado como país y ha dejado una estructura de producción peculiar que es necesario cambiar. Los políticos, temerosos siempre de llamar las cosas por su nombre, lo denominan “cambio de modelo” o “cambio estructural”. Lo que se callan es que eso no se hace solo y que, además, existen resistencias para que ese modelo, muy rentable para algunos, siga funcionando, que está agazapado esperando a ver si escampa y salir de debajo del soportal de nuevo.
Como señala Piper, el modelo de burbuja inmobiliaria norteamericano se ha parecido sorprendentemente al de los Estados Unidos. Lejos de enorgullecernos por tener los mismos problemas —la relación es la de una especie de “mini-yo”—, deberíamos intentar crear las condiciones norteamericanas para poder salir de la crisis: producción e innovación. La absoluta falta de poder de crecimiento, la atonía productiva, en que el modelo nos ha dejado después de varias décadas es preocupante y seguimos esperando turistas como solución a todos nuestros problemas. Los demás salen de la crisis mediante el aumento de la productividad, algo complicado en nuestro caso, que se nos critica y con razón.
La Gran Recesión ha servido para poner en evidencia muchas cosas que se encontraban encubiertas por la retórica política. En el caso europeo, Piper señala:
La reacción inicial fue atacar a los sospechosos habituales, los «especuladores» que apostaban por una caída de la cotización del euro o un descenso de la cotización de la deuda pública griega; pero lo cierto es que estos especuladores no eran más que los portadores de una mala noticia: la crisis financiera es también una crisis existencial del euro y del proceso de unificación europea en su conjunto. (346-347)

Pasado un año tras la escritura de la edición española de la obra, estos problemas no han hecho sino agravarse en su evidencia. Sin embargo, lo que en su momento fueron decisiones políticas respecto a la unidad europea, han pasado a ser decisiones económicas y políticas ante las disparidades entre unos países y otros. Es evidente que tener una moneda común nos debe llevar a tener una política común en lo económico (y en otras cosas). Sin embargo, conforme aumenta el número de países aumentan las formas de comportamiento económico y con la disparidad crece el riesgo. Riesgo no solo de incumplimiento de objetivos, sino de contagio de las circunstancias negativas si no se cumplen. Parece poco probable que con el crecimiento del nacionalismo detectado en algunos países y su traducción a euroescepticismo sea posible establecer políticas comunes satisfactorias para todos. Lo que es importante es señalar que se puede pasar del nacionalismo al euroescepticismo o del euroescepticismo al nacionalismo, según los casos.
De forma general, nos dice el autor:
La crisis ha demostrado una cosa: que los mercados financieros son intrínsecamente inestables. Por lo tanto, no solo tienen que ser regulados, sino que esta regulación debe renovarse una y otra vez. A título individual los detalles técnicos son complejos, pero el núcleo de la actuación es sencillo: es necesario limitar el endeudamiento de los bancos, los fondos de alto riesgo y los grandes inversores financieros. La crisis ha sido tan grave porque importantes entidades del sistema financiero acumularon riesgos tan elevados que, en cuanto que se produjo el más mínimo cambio de tendencia, se vieron en dificultades. Las deudas actúan a modo de palanca («apalancamiento»); en épocas de bonanza garantizan una rentabilidad extraordinaria, pero en épocas de vacas flacas pueden amenazar rápidamente la existencia de la entidad correspondiente. (315)

Y la entidad es la familia que se ha endeudado o el país  que ha hecho lo mismo. La codicia tiene algo de borrachera y hace perder el control. Especialmente si alguien a tu lado te está llenando la copa cada vez que la ve medio vacía. Se ha estimulado desde el mundo financiero y desde el estado mismo el endeudamiento porque era el gasto lo que movía la economía. Ahora no hay gasto y la economía se para. Crecer es gastar y gastar es endeudarse si no se tiene qué gastar. Usted, como yo, habrá escuchado en boca de alguien esa teoría que dice que es mejor deber 100.000 euros al banco que deberle 1.000. Probablemente la haya puesto en circulación algún banco.
La obra es una lectura muy recomendable para todos los que quieran acercarse a la complejidad de un mundo en el que estanos inmersos y cuya profundidad es cada vez mayor. Puede que la Economía sea la disciplina en la que saber más no garantiza cometer menos errores, pero al menos hay que intentarlo.
* Nikolaus Piper (2010): La Gran Recesión.  Destino, Barcelona. 389 pp. ISBN:978-84-233-4349-2


sábado, 30 de julio de 2011

El último de la fila y los nuevos dioses

Joaquín Mª Aguirre (UCM) 
Es un mundo extraño, desequilibrado. Los antiguos creían que existían las fuerzas del destino, unas fuerzas que actuaban positiva y negativamente. Unas veces mostraban su poder anulando nuestras acciones; en otras ocasiones, en cambio, eran la mano que las guiaba en la sombra. Ya fuera por dirigirnos, ya fuera por oponerse a nuestros deseos, el resultado era el mismo aunque el punto de partida fuera muy distinto: tú no cuentas.
Los mercados se parecen cada vez más al destino encarnado en un emperador indiferente que no hay forma que levante el pulgar. Empieza a ser desesperante hacer y hacer para que esas noticias que nos llegan de los “mercados” sigan siendo igual de negativas o peores. Nuestros medios informativos sacan coros y trompetas para decirnos que se ha bajado algo nuestra deuda por efecto de grandes esfuerzos, recortes y planes complejos de toda Europa, para pasar, pocas horas después, de nuevo al desplome. Seguimos sin entender nada porque nada de lo que hagamos parece servir para nada. Demasiados nadas.
Tal como ocurría con el destino, en manos de los dioses, parcas o cualquier otra institución divina especializada, los mercados son entidades que nos hablan desde el presente sobre el futuro. Aquí no hay bolas de cristal, posos del café o cualquier otro tipo de herramienta tradicional para ver el futuro. Los dioses actuales se han dotado de unas nuevas herramientas llamadas agencias de evaluación (o rating). No hay videncia sino proyección: lo que se afirma del futuro se hace desde la proyección del presente, es decir, con los indicadores actuales.
Como forma de ver el futuro es bastante defectuosa porque prescinde de lo que puede ocurrir de forma imprevista entre la realización hoy de la estimación, el futuro probable, y el futuro real. La cuestión, una vez más, es que el futuro real estará condicionado por nuestra estimación, por el futuro probable. Si yo digo que Grecia no tiene futuro, le retiro los apoyos y, efectivamente, dejará de tener futuro. Científicamente nunca podré demostrar si mi acierto es debido a lo ajustado de mi visión o si se debe a los efectos negativos de mi previsión. Aquí la profecía no anticipa el futuro, sino que lo crea.
Sin embargo, eso no es ningún obstáculo para los mercados. Es más, ni les preocupa. No es su función comprobar lo verdaderas que son sus profecías, sino simplemente el hecho de que se cumplan. Porque no se trata de tener razón, sino de invertir allí donde se saque un mayor rendimiento con la mayor seguridad. Se ligan así dos fenómenos estrechamente, el de la inversión y el de la información. Para invertir con menor riesgo (o mayor seguridad), se necesita más y mejor información. Si hay mayor riesgo, los inversores exigen mayores márgenes de beneficio. Y son esos márgenes los que se acaban comiendo lo que puedas obtener para tener un futuro positivo. De esa forma, cuanto peores sean tus expectativas, peor será tu futuro. Un efecto perverso de profecía que atrae el futuro como un imán.

Es probable que ese tipo de efecto sea inseparable de las agencias y mercados. El gran truco de todo esto es que no están informándose sobre lo que puede ocurrir, sino que lo están provocando con las profecías. Para ser justos, hay que decir que en la mayor parte de los casos esto se produce cuando llueve sobre mojado. Pero igual ocurre al contrario: cuando se ha apostado por el futuro positivo de un país, a todos los apostadores les interesa que vaya bien y lo cuidan. La profecía positiva también funciona. Solo el azar, un terremoto con tsunami, puede modificar de golpe las cosas.
El problema de fondo es que hemos convertido a los países en empresas y son tratados como tales: cotizan en la bolsa, suben y bajan, y son objeto de especulación. Cuando se ha eliminado la especulación sobre las monedas nacionales con la moneda única, la especulación se ha desplazado a otras parcelas. Lo que se trataba de evitar, se ha producido y con el efecto contagio de la moneda única. Algunos dirán también que el problema de hacer de Europa una gran familia es que se ha llenado de problemas familiares. Ya lo están diciendo los euroescépticos.
Es desalentador ver cómo todo este tipo de mecanismos son ciegos e indiferentes. Algunos los definirán como exactamente lo contrario: de buena visión y sensibles a todo. Pero a lo que ellos no son sensibles es a los efectos de sus propias acciones, algo que precisamente les están reprochando. Dejan sin futuro a los que se lo niegan.
Jugar con el futuro en el presente es siempre peligroso. A las personas se les estimula con promesas de un futuro mejor. Pero cuando lo que tienes son estimaciones de un futuro peor, queda poco margen, porque los demás lo usan para terminar de hundirte.
El problema de las listas —y las decisiones racionales necesitan de jerarquías ordenadas para poder tomarse— es que siempre habrá alguien al final. Tonto el último.


viernes, 29 de julio de 2011

¿En qué podemos confiar?

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Tras el accidente de dos trenes de alta velocidad en China, un internauta chino, nos cuenta The New York Times, se preguntaba: «Nothing is reliable anymore. I feel like I can’t even believe the weather forecast. Is there anything that we can still trust?»* Mientras la censura y la burocracia chinas apenas eran capaces de reaccionar ante lo sucedido, ya se habían producido miles de mensajes por la red dando cuenta del desastre. Cuatro minutos después del accidente ya había un primer mensaje a través de las redes sociales chinas. En total han sido más de 26 millones de mensajes referidos al accidente que han obligado a la rectificación permanente a las autoridades chinas,  tradicionalmente lentas y opacas en lo que se refiere a este tipo de situaciones.
El intento gubernamental de tener sus propias redes sociales, las weibos, frente a las occidentales para evitar los “contagios” informativos han sido infructuosas porque se está generando una dinámica propia, un efecto más concentrado sobre la realidad que si estuviera diluido por una red internacional. El problema de hacer que los chinos solo hablen con los chinos es que acaban hablando de China. Y a las dictaduras siempre les viene mejor que se hable de otra cosa.
Hace unos meses, al hilo de las primeras revueltas en los países árabes, un experto occidental en cuestiones chinas consideraba que era prácticamente imposible que allí se dieran unas situaciones como las que se estaban produciendo en lugares como Túnez o Egipto. Supongo que exactamente lo mismo que habrían contestado los expertos en el mundo árabe si les hubieran preguntado lo mismo unos meses antes los levantamientos populares.
Noticias de hoy en Pueblo, diario oficial chino
La creencia en que puede controlarse una red social solo puede provenir de una mentalidad anclada en el antiguo sistema de comunicaciones. Los problemas, desde el punto de vista político, son muy distintos. Los medios de comunicación tradicionales constituían el punto de convergencia en el que se creaba la opinión pública, que es lo que se trataba de manejar. Separados, los lectores y espectadores mediáticos, solo tenían una forma de construir su representación de la realidad: la que los medios les ofrecían. Podían existir discrepancias individuales, pero al no existir la horizontalidad que permite redistribuir otra información, su efecto se perdía. Sin medios, los contestatarios solo pueden difundir el rumor. Los micromedios han cambiado todo esto.
Las revueltas no se producen por los efectos que un hecho específico pueda producir, por más que señalemos hechos puntuales. Esos hechos son los detonantes, pero no los elementos esenciales. Los hechos son percibidos siempre sobre un fondo interpretativo. Lo importante es que las redes sociales son las que crean una conectividad social alternativa a los que los medios convencionales ofrecen. Es ahí donde se crea ese fondo. En breve: ya no son necesarios los medios convencionales para organizar una estructura informativa del conjunto. De eso se encargan ahora las redes sociales. Los veintiséis millones de mensajes sobre el accidente ferroviario son la configuración momentánea, visible, de un fenómeno preexistente: la red social de la que la tecnología es soporte y herramienta. Cuando nos referimos a fenómenos humanos, toda red es social. Una red social es ante todo social, intensamente, convincentemente social. Y social significa político. El zoon politikon aristotélico significa indistintamente animal social y político. Lo olvidamos a menudo.
Por eso, el mensaje del internauta chino preguntándose qué puede ser ya creído es un mensaje revolucionario, políticamente hablando, porque se plantea la existencia de dos versiones de la realidad: la oficial y la que surge de la interacción social a través de la tecnología. En la medida en que esas dos imágenes sean más divergentes, en China se estará produciendo una revolución silenciosa, la que atañe a cada mente en la que se asienta la duda respecto al sistema oficial. Esa divergencia está comenzando a pesar en el oficialismo chino porque cada vez es más difícil mantener las versiones oficiales en cuanto a las ineficacias, los errores, los accidentes o la corrupción, fenómenos todos ellos que circularán con un ritmo, densidad e intensidad muy distintos a los que le gustaría al gobierno chino. Las dictaduras sobreviven porque, además del poder material, tienen la capacidad de imponer versiones de la realidad, la voluntad de verdad, forma discursiva institucional de la voluntad de poder nietzschena.
El articulista de The New York Times  señala la presión que empieza a ser la red social en determinados temas para el gobierno. Ya es el poder institucional el que marca los tempos. Ahora ya no salen a informar a desinformados; ahora salen, con retraso, a informar sobre algo que los que tienen delante llevan horas conociendo de fuentes que consideran más fiables. En el caso del accidente, por ejemplo, los que iban en el mismo tren, que empezaron a mandar mensajes inmediatamente y se redifundieron por miles en la red en pocos minutos. Ahora el poder juega con desventaja y retraso informativo. Ahora el poder, ya no juega con blancas.
Tras el accidente del día 22, el premier chino ha salido el día 28 a asegurar que "se compromete a informar de forma oportuna y precisa" de lo ocurrido. Son los titulares, hoy 29, en Pueblo en línea, el diario oficial chino.
Como decía el internauta chino, quizá ya no te puedes fiar ni de la información del tiempo.

* "In Baring Traing Crash Facts, Blogs Erode China Censorship" The New York Times 29/07/2011  http://www.nytimes.com/2011/07/29/world/asia/29china.html?pagewanted=2&_r=1&hp
El primer ministro chino chateando en 2009

jueves, 28 de julio de 2011

Sumando las historias de cada día

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Hablo esta misma mañana con una doctoranda a punto de cerrar ya su tesis. Su historia es bastante elocuente sobre porqué las cosas ocurren como ocurren. No es muy distinta a otras muchas historias que usted y yo escuchamos cada día.
B. siempre ha sido una persona activa. Estudió en una universidad pública Periodismo y, desde la misma carrera, se preocupó por ampliar su formación. Pasó un año en un país nórdico con una beca Erasmus, trabajaba los veranos para mejorar sus idiomas. Cuando comenzó el doctorado obtuvo una beca para trabajar en una gran empresa mediática. Por la mañana trabajaba en su tesis y por la tarde en la empresa televisiva en la que gestionaba su página web y hacía reportajes. Cuando salía a las once de la noche, como estaba en la misma localidad que yo, paraba delante de casa para que le dejara libros y artículos. Los recogía y se iba a Madrid para ponerse a trabajar por la mañana.  Allí estuvo dos o tres años.
Mientras tenía ese trabajo mal pagado y con bastantes conflictos con jefecillos celosos que se apuntaban todo lo que ella hacía, le ofrecieron un puesto de profesora en una Universidad privada en la que pasó a impartir talleres de televisión y alguna asignatura más. Al poco tiempo, la llamaron de una importante empresa del sector informático para hacerse cargo de la oficina de comunicaciones de Madrid. Abandonó la empresa mediática y compaginó su nuevo trabajo con las clases y su tesis. Se casó. Los dos primeros años, las evaluaciones que la empresa realizaba de su actividad eran muy buenas. Estaban contentos con ella. Quedó embarazada. El panorama cambió.


Cuando se enteraron en la empresa —una empresa que presume en la presentación de sus memorias anuales de creativa e innovadora y ser una gran familia—, comenzaron los problemas. La llamaban constantemente a decirle lo descontentos que estaban con su trabajo. Afortunadamente, ella sabe que ha ocurrido lo mismo con todas las empleadas de la empresa que tuvieron la osadía de traer niños al mundo, que era la práctica habitual allí.
Eso en lo laboral. Sabe que en cuanto que se termine su periodo de baja, los problemas no van sino crecer en su empresa, que no es sino cuestión de tiempo que la presionen para que deje el trabajo, tal como ya lo están haciendo.
Pero ante ella se ha abierto un nuevo abanico de problemas insospechados hasta el momento. En su zona no hay guarderías suficientes. Solo hay una en la que le dicen que la gente presenta unas declaraciones inverosímiles, pero que tienen que dar por buenas. Todos aquellos que realizan sus declaraciones honestamente están en desventaja frente a los que realizan declaraciones fraudulentas y son muchos, ante la falta de recursos administrativos para revisarlas. Esta queja la pueden oír a la puerta de cualquier guardería pública cuando salgan los resultados de los admitidos.
Para poder realizar sus actividades y terminar su tesis para prepararse unas oposiciones en la enseñanza pública, B. ha tenido que coger a una persona que lleva diez meses sin trabajo para que pase unas horas en su casa cuidando a su hija. La persona que va a su casa, además tiene un hijo de siete meses. «¡Qué absurdo! —me dice—, tengo que coger a una persona, que tiene que dejar a su hijo, para que atiendan a mi hija». Sí, un absurdo más.
B., como tantas otras personas jóvenes que conozco, prepara unas oposiciones con la esperanza de poder conciliar su hija con su trabajo. Esto le valdrá varias acusaciones. La CEOE pensará de ella que es otra persona más que, incapaz de asumir esa aventura apasionante que es la empresa privada, rodeada de gente emprendedora, auténtico motor de nuestra sociedad, se lanza a los oscuros mecanismos de las administraciones públicas, lugar de malvados dilapidadores de los recursos de todos. También la acusarán de condicionar con los horarios escolares a las mujeres emprendedoras de las empresas y que han cometido el desliz de tener hijos y llevarlos a las escuelas.
La historia de B. se multiplica por la geografía nacional y es la queja permanente de muchas familias. No existen guarderías suficientes ni las empresas están dispuestas a aceptar que es necesario tener hijos para que un país no se quede vacío. Lo peor de todo es que esta situación es el resultado la conjunción de los intereses privados y la desidia pública.


 Cuando decimos que carecemos de un modelo de país nos referimos, entre otras muchas cosas, a este tipo de situaciones. Tener un modelo es dirigirse claramente hacia algún punto del futuro que hayamos considerado que es positivo para todos, hacia algunos estándares de calidad social. Hacemos leyes de cara a la galería que somos incapaces de dotar presupuestariamente y de hacer cumplir. La conciliación laboral es papel absolutamente mojado porque no existe la voluntad empresarial de llevarla a cabo ni la voluntad política de hacer que se cumpla creando las condiciones favorables. Un país mejor, lo hemos dicho muchas veces, no es un país en el que algunos son más ricos. Es un país en el que merece la pena vivir y dedicarle unas horas al día a pensar cómo se puede mejorar.
En los primeros días de las sentadas en la Puerta del Sol había un grupo de madres jugando en el suelo con sus hijos bajo una gran pancarta en la que se pedían guarderías para todos. Son esas guarderías las que permitirán una mejor conciliación laboral y una incorporación de las mujeres a empleos de mejor calidad. Mientras las empresas sigan considerando que deben pagar a las mujeres menos porque tienen de vez en cuando esas molestas cosas llamadas “hijos”, existirá una forma de machismo social nada sutil, con el agravante de ser amparado por la dejadez oficial.
El chantaje empresarial del paro ha servido para que no se aborden reformas ni cambios de actitudes en las empresas españolas. En este y en otros casos. Si no fuera porque esta historia se ha repetido exactamente igual en los tiempos de bonanza, podríamos creer los lamentos de algunos. Mientras no prenda la idea de que son todas estas cosas las que hacen que merezca la pena vivir en un país, seguiremos luchando contra esas barreras de los malos hábitos y prácticas.
Si sumamos todas las historias que conocemos, todos los desajustes de los que nos vamos dando cuenta a diario, saldría un mapa de problemas reales. La historia de B. no es más que un capítulo más de la narración general de por qué las cosas tienden a caer cuando no se hace nada por evitarlo.

Datos de la OCU 2010 sobre las diferencias de precio de las guarderías

Uniformes

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Las fotos uniformado del asesino de Oslo nos dan parcialmente cuenta del funcionamiento de su mente. En todas las fotos que se nos han mostrado, aparece siempre envarado, en poses y posturas artificiales. Es un ser antinatural, que se refugia en la artificialidad del uniforme para ocultar su interior, que resulta distante y opaco.
El gran escritor Hermann Broch escribió en su obra Pasenow o el romanticismo, parte de su trilogía Los sonámbulos:
El hombre que lleva el uniforme está imbuido hasta las cejas del convencimiento de que está consumando la forma de vida propia de su tiempo y también con ello la seguridad de su propia vida.
[…] un auténtico uniforme proporciona al que lo lleva una delimitación muy clara entre su persona y el mundo circundante; es como una rígida funda, en la que el mundo y persona chocan viva y claramente entre sí y se distinguen uno de otra; la verdadera misión del uniforme es mostrar y establecer un orden en el mundo y rescatar lo que tiene la vida de fugitivo y efímero, al igual que esconde lo que tiene de blando y fugitivo el cuerpo del hombre, cubre su ropa interior, su piel y el centinela de guardia tiene que ponerse guantes blancos.(22-23)*

De militar, de masón, hasta con su abrigo de ejecutivo, el asesino se enfunda en un uniforme. Percibimos la artificialidad de todas las fotos, su falta absoluta de naturalidad. No está vivo, es un autómata que se ha vestido con las ideologías reaccionarias que le han resultado más próximas a sus odios. Como autómata, odia lo vivo. El objeto de su odio son las personas que encarnan exactamente lo opuesto a él. Ha asesinado lo que no ha podido, sabido o querido ser. Sus víctimas, nos confirman hoy, están entre los catorce y los diecisiete años.

El uniforme, como muy bien expresó Broch, es un dique frente a lo exterior, es lo que evita que la mente se les desparrame y la transforma en una fuerza dirigida hacia un fin, la destrucción al servicio de una causa a la que se agarran, sobre la que pasa a girar toda su vida. La obsesión les da coherencia, unidad, uniformidad a sus acciones.
Cuanto más rígidas son las ideas, cuanto mayor es el fanatismo que llevan, con más seguridad se expresan, más cómodos se sienten en ellas estas personalidades necesitadas del orden. La seguridad es algo que les viene de afuera a dentro, los uniformes les calman y les dan sentido. Son las manos que modelan la blanda arcilla de sus personalidades absolutamente dispersas.
El peligro de enfrentarse a las patologías es olvidar las patologías sociales, las ideas enfermas que son las que les dirigen a matar un objetivo u otro. Puede que la idea del crimen se corresponda con facetas trastornadas de la personalidad, pero eso no debe ocultar que la fuerza de esas corrientes se dirige por los cauces preexistentes en los que el flujo va cogiendo fuerza.
Es demasiado peligroso, a la vista de lo ocurrido, dejar sin atención todos estos fenómenos xenófobos que se diluyen en la normalidad de nuestras ciudades, ante la indiferencia social. En varias ocasiones hemos señalado el crecimiento de este tipo de sentimientos en la deriva discursiva que la crisis económica va creando. Es peligroso el movimiento de deriva de los partidos moderados para que no les coman el terreno los nacionalistas o los ultranacionalistas.  Los extremos políticos atraen a los extremos patológicos; las ideas enloquecidas atraen a los locos. Algunos llegan, como hemos visto, a construir en su mente enferma un sistema que pronto adquiere la consistencia patológica que perciben en su entorno. El perturbado comienza a ver que su mundo interior caótico se ordena con los mensajes que le llegan de fuera, que el odio que llevan dentro se dirige hacia un blanco exterior y comienza a dar por buenas las peticiones que llegan de fuera. Lo que antes era locura, ahora es causa. Lo que eran sus odios personales, ahora le convierten en un cruzado. Ha encontrado en la sociedad el mecanismo justificador de sus deseos.

Señalamos en un texto anterior la extrañeza que nos causaba que, odiando al Islam, dirigiera sus armas contra sus compatriotas. Es a ellos a los que odia; son lo que él no ha podido o sabido ser. Es la alegría de esas personas lo que no soporta, su tolerancia y deseo de convivencia. El Islam es solo la excusa que le sirve para articular su discurso de odio. Tenía el odio y encontró la causa en la que volcarlo.
Nos podía haber tocado a nosotros, blanco también de sus odios. Y en cierta forma, también nos ha tocado. Porque bajo sus armas han estado todos los que tienen deseos de construir sus relaciones sociales y culturales lejos de cualquier fobia, los que desean una sociedad construida sobre la convivencia posible de las personas de buena voluntad. Muchas personas habrán comprendido que es tan injusto considerar a este asesino como "cristiano" como clasificar a otros asesinos como "musulmanes" por el simple hecho de que ellos cometan crímenes en su nombre. Cualquier cristiano coherente, como cualquier musulmán coherente, rechazará los crímenes que se cometen en el nombre de su fe. No se gana el paraíso provocando infiernos.
Cuando cualquier religión, ideología política o cualquier otro sistema de ideas se convierte en “uniforme”, pasa a ser un peligro. El uniforme reviste de santidad o de heroicidad a lo que nos es más que una acción criminal. Por eso es esencial mantener la firmeza de los discursos abiertos, evitar la tibieza o la ambigüedad porque las circunstancias lo aconsejen o se puedan perder votos. El aumento de la deriva nacionalista europea por la crisis económica es el caldo de cultivo de futuros peligros. Los pagaremos todos si no se frenan dejando firmes y claros los principios.
El asesino vestirá, durante muchos años, un nuevo uniforme, el de presidiario. Lo peor de todo es que sentirá un placer extraño cada día al ponérselo. Para él será el hábito de su santidad.

* Hermann Broch (1974): Pasenow o el romanticismo. Lumen, Barcelona.

El alcalde de Oslo recordando a la víctimas


miércoles, 27 de julio de 2011

Lo que sabemos (y lo que queremos)

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
David Leonhart
El periodista de The New York Times, David Leonhart, ganador del premio Pulitzer de este año por sus artículos sobre la economía norteamericana, se despide de su sección y de sus lectores. Ha sido elevado a otros puestos y ha pensado que sería buena idea  dejar en su último artículo —titulado Lessons from Malaise— algunas reflexiones instructivas sobre lo que sabemos, sobre las causas del malestar en el que nos encontramos sumidos. Vamos a tratar de dar cuenta de lo que señala y tratar de desarrollar algunas ideas desde ese punto de partida.
Comienza Leonhart señalando que la Economía es una ciencia incierta pero aproximada:

The earth is not perfectly round, of course. Some smokers will never get cancer, while most cancer is not caused by smoking. Yet in the ways that matter most, the earth is still round, and smoking does cause cancer. Both of these facts are illustrative in another way, too: seemingly smart people spent decades denying them.

Sobre las cosas que sabemos, remitiéndonos más a la historia, a lo que ha funcionado o no, por encima de otras consideraciones, Leonhart señala los siguientes puntos:
1.- «When it comes to economics, we know that a market economy with a significant government role is the only proven model of success.» El estado solo no ha funcionado bien y el Mercado solo, sin regulaciones, también ha tendido al exceso, nos dice, y se ha demostrado caótico y catastrófico.
2.- «We also know that ever-rising levels of education are crucial to a country’s success. » La educación es esencial para el progreso.
3.- «We know that the federal government has promised more benefits than it can currently afford.» No se debe prometer lo que no se puede dar.
4.- «We know this country spends vastly more on health care than any other country — about 75 percent more per person than other rich countries — without getting vastly better results.» El despilfarro no es síntoma de eficacia.
5.- «We know the planet is getting hotter.» No se pueden ignorar los efectos de nuestras acciones sobre el entorno.
6.- «We know that Wall Street, having bounced back from the crisis, remains a historically large part of the economy. » El Mercado sigue siendo importante si se controlan sus excesos.
7.- «You could add the fact that the United States has benefited enormously from immigration, especially high-skill immigration, or the fact that discrimination, while hardly vanquished, is greatly reduced.» El peso de la inmigración cualificada en el desarrollo es importante.

Felicitaciones por el premio Pulitzer

Todo esto, señala Leonhart, son aspectos que pueden ser considerados como “hechos comprobados”. La cuestión, dice, es que es responsabilidad de los políticos traducirlos a nuevas acciones para el futuro. Es aquí donde comienzan las discrepancias: cómo aplicarlo, dónde recortar, dónde aumentar, cómo controlar, etc. El consejo que se deriva del artículo es medianamente sencillo en su consideración y, efectivamente, complicado en la toma de decisiones, que son las que configurará el programa político de cada intérprete de los males. Las enfermedades existen, nos viene a decir el periodista, lo que hay son discrepancias en el diagnóstico y, en función de este, en el tratamiento. Por eso trata de basarse más en las evidencias que en las teorías, en lo que ha funcionado y en lo que no.
Pero el eje del problema es siempre la actuación, la decisión, la base de la política. Y es aquí donde Leonhart critica a la clase política, una clase que tiene al mundo en vilo, por ejemplo, echando un pulso electoralista sobre el techo de la deuda en Estados Unidos.

The real problem with so many of these issues is that the political system is not even trying to find solutions.

Hay ocasiones en que te mata la enfermedad, pero también en cierto sentido te matan los médicos cuando se equivocan en sus diagnósticos o recetan lo que no deben. Hay una negligencia política como hay una negligencia médica. El negligente es el que se equivoca en el diagnóstico y en la prescripción y aplicación de los tratamientos. Las recetas pueden llegar tarde y servir de poco para la salud del paciente.
Al igual que la medicina, la política debe cuidarse de la salud antes de que se produzca la enfermedad. Debería haber una política preventiva como hay una medicina preventiva. Evitaría muchos problemas. Desgraciadamente los recortes que se hacen a la política en beneficio de otras fuerzas, esencialmente las del mercado, hacen que las intervenciones sean más sobre las enfermedades que sobre la salud. En cierta forma, la doctrina oficial es que el mercado se encarga de la salud y el estado de la enfermedad, lo cual no deja de tener su ironía.
Lo que sabemos a ciencia cierta es la necesidad de ahondar en la educación, pero no solo laboralmente, como quiere el mercado, sino formando ciudadanos, que es lo que debe querer el estado. Ahí se incluye obviamente su capacitación laboral, pero las personas tienen otras dimensiones además de las laborales, que también deben ser desarrolladas para que el funcionamiento social del conjunto sea más eficaz en términos más allá del PIB. Una sociedad debe aspirar a ser justa además de a ser rica.
También sabemos que el despilfarro no es nunca bueno en ninguna instancia, lo que nos debe hacer ajustar las necesidades a lo que podemos realmente gastar. Eso implica saber diferenciar lo esencial de lo superfluo, jerarquizar de forma realista las necesidades y dar las prioridades a los elementos que nuestra formación ciudadana (que incluye una ética de la decisión) nos permita. Una sociedad con un mejor sentido de la ciudadanía puede hacer sacrificios cuando sabe qué tipo de necesidades se están resolviendo. Pero también se indigna cuando entiende que el sacrificio que se le pide o exige no redunda en beneficio de muchos sino de unos pocos. Por eso sigue siendo esencial el mantenimiento de un vínculo ético entre la ciudadanía por encima de los meros agregados de intereses. Lo ideal es que la acción política sea la traducción del deseo social, por eso es esencial la formación, comprensión de los ciudadanos de cuáles son los problemas que les afectan.

Las cuestiones referidas al calentamiento global, por ejemplo, son una conjunción de aspectos éticos y de intereses prácticos. El calentamiento global debe guiar u orientar una parte importante de las decisiones que se tomen porque no solo nos afecta hoy sino que determina las posibilidades de futuro. Un mundo egoísta toma decisiones pensando en el aquí y el ahora, pero eso no hace sino recortar las decisiones del futuro al reducir las posibilidades de elección o tener que aplicar más recursos a solucionar los problemas que hoy creamos. También esta conciencia debe surgir de la formación ciudadana. Estados Unidos lo tiene menos claro que otros países, por eso hace bien Leonhart en recordarlo.
La cuestión de la inmigración, igualmente, es otro ejemplo de la combinación entre elementos éticos y económicos. Reducir la inmigración a pura economía es deshumanizarlos y deshumanizarnos. Hay muchos otros aspectos de compromiso que deben ser tenidos en cuenta. La sociedad sale fortalecida en su conjunto cuando se siente comprometida más allá del interés.
Los recordatorios de algunas cosas que sabemos, las señaladas por David Leonhart, nunca vienen mal. Conviene, como hemos intentando, pensar sobre ellas y desarrollarlas. Hágalo. Pensar, al contrario de lo que algunos creen, no contribuye al calentamiento global. Siempre es aire fresco. 

* David Leonhart: “Lessons from Malaise”. The New York Times 27 /07/2011 http://www.nytimes.com/2011/07/27/business/economy/lessons-from-the-us-economys-malaise.html?hp



martes, 26 de julio de 2011

El auténtico fracaso educativo: países en vías de estancamiento

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Las crisis se pueden manifestar de muchas maneras o si se prefiere hay muchos tipos de crisis superpuestas y que, en función de la mirada que las contempla, serán percibidas como fondo, primer plano o marco. Nunca es fácil establecer una secuencia explicativa que ordene los efectos originarios de las crisis, el qué trae qué, pero es esencial para resolverlas saber en qué orden deben ser atacadas.
Escribe el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz:

Como es natural, de poco sirve tener individuos muy formados si no existen puestos de trabajo para ellos. Sin los empleos adecuados, los países en vías de desarrollo perderán este capital intelectual tan necesario, sus hijos más brillantes, en quienes han invertido tanto a través de la educación elemental y secundaria y en algunos casos también en la universidad, porque se marcharán a países desarrollados. Esto suele denominarse fuga de cerebros, otra manera que tienen los países en vías de desarrollo de acabar subvencionando a los desarrollados.* (82)

El problema al que se refiere Stiglitz no es privativo de los países en vías de desarrollo. España lo padece desde hace tiempo y no se considera como un problema prioritario a pesar de los estragos que está provocando. Medir el desarrollo es siempre complicado porque las grandes cifras enmascaran la realidad del tejido social. La crítica a las formas de medirlo —el PIB, la renta, etc.— hacen hincapié en lo artificial de las datos y su falta de adecuación a la realidad. La relación entre oferta laboral y formación puede ser un buen indicador del desarrollo social real, para saber si un país va en la dirección correcta o no.

Uno de los problemas-síntomas, es decir un problema que revela otros problemas, es de la "falta de adecuación" de nuestros estudiantes al mercado. Existe un desfase entre la formación y la oferta de trabajo. Entre hacer que el país se adapte al mercado y hacer que el mercado se adapte al país, hemos elegido lo primero. Por decirlo brevemente: España ofrece puestos de trabajo de bajo perfil, lo que el mercado laboral demanda. Estos puestos son la consecuencia de la deriva empresarial que hemos tomado. El tipo de empresas existente es el que perfila las exigencias laborales. Se ofrece lo que se necesita. En 2009, había estimaciones de que el 80% de los investigadores que salían al extranjero no volvían y ya se hablaba de "exilio forzoso", reclamándose una "ley de la Ciencia". Pero no es ahí donde está el problema.
Mientras mejoramos la formación, la calidad de la oferta laboral no “mejora”. La opción que se les plantea a los jóvenes es aceptar puestos de trabajo por debajo de su formación —en el doble sentido del puesto y su remuneración— o emigrar a países en los que sí se ofrezcan puestos de trabajo adecuados a su formación y con una remuneración aceptable. Hace unos días tuve ocasión de ver un reportaje en el que unos jóvenes españoles licenciados universitarios estaban de prácticas en un país europeo. Comentaban con admiración el sueldo que sus compañeros nativos, algunos de 17 años, tenían. Lo veían casi como un sueño imposible para su situación en España. Les parecía una cantidad inalcanzable lo que otro joven europeo en prácticas estaba cobrando. No eran ejecutivos de nada; eran simples conservadores de viveros.


El ejemplo nos muestra la degradación que en España ha tenido y sigue teniendo el mercado laboral juvenil. Nos hemos convertido, desde los años ochenta en que se aceptó la fórmula del empleo precario como alternativa al desempleo, en un país que ha explotado a su juventud. Pero se ha ido más allá: se ha minado su autoestima al responsabilizarla de este problema. Lejos de reconocer que se ha establecido una franja salarial mediante conceptos como “formación”, “prácticas”, “becas”, etc. que lo único que han hecho ha sido precarizar el empleo y condenar a una población cada vez mayor en cantidad y en edad al subempleo, por el contrario, se ha culpabilizado a una generación de su propia desgracia laboral.
Nuestros políticos y empresarios han carecido —y lo siguen haciendo— de un modelo de desarrollo para España más allá del modelo playero, comercial y de la construcción. El gran núcleo de nuestro desarrollo, el modelo de los sesenta —el turismo estimula el comercio y la construcción—, se ha demostrado absolutamente inútil para producir los puestos de trabajo que nuestra sociedad reclamaba a través de la formación. Las aspiraciones vocacionales surgidas de la propia evolución social se veían lastradas por nuestra ceguera acomodaticia.

Las personas que estamos en la educación nos sentimos absolutamente frustradas cuando comprobamos que nuestros mejores alumnos, año tras año, se ven condenados a la precariedad y al subempleo. Nuestros mejores alumnos se van de España. Eso debemos asumirlo y considerarlo como un problema real. La crisis no nos puede servir, una vez más, de excusa para encubrir algo que se ha estado produciendo también en las épocas de bonanza. Ha sido la falta de visión política y la de escrúpulos de los que han observado a nuestra juventud como una ocasión de explotación en el presente y no como la representación y el seguro de nuestro futuro. Para unos se trataba de maquillar las cifras del paro; para otros la forma de pagar poco y lograr subvenciones. El éxito empresarial no es necesariamente el éxito de un país.
Un país de bares y chiringuitos, de hoteles y restaurantes, de comercios y teletrabajo, de fiestas patronales, no es el más indicado para ingenieros, investigadores o filósofos. Nuestras cifras camuflan esa triste realidad: la baja calidad de nuestra oferta laboral. Esa falta de calidad es la que refleja la falta de visión de futuro, de innovación, de nuestro empresariado, anclado en un modelo de negocio característico de país en vías de desarrollo, el que fuimos en los años sesenta. Seguimos en un modelo que pretendemos hacer durar y eso nos estanca social, mental y económicamente.
No producimos demasiado. Nuestra riqueza se basa en la dependencia de otros. Para que nos vaya bien, le tiene que ir bien a los demás. Nuestra riqueza es aparente, ya que se volatiliza, como se ha visto, en apenas un par de años, en los que pasamos de crecer al 4’5% a la más absoluta parálisis. El sacrificio migratorio que hizo la España de los cincuenta, el de la gente sin estudios que se iba a trabajar a Alemania, se ve duplicado hoy con las ofertas de Angela Merkel a los jóvenes investigadores españoles. La potencia de Alemania es que no es una terraza turística, sino una gigantesca fábrica que busca permanente cómo y qué fabricar para poder tener empleada a su población y, como sobra, ofrecer puestos a los que puedan aportar algo a su economía. Su crecimiento económico es también crecimiento social, un crecimiento real. Allí el empleo genera empleo, produce, no es estacional. Nuestro crecimiento económico nos ha proporcionado cinco millones de parados y la exigencia de que se siga despidiendo a más gente y/o pagando menos. Seguimos con lo de que “esperamos que sea un buen año turístico” o cosas por el estilo, en donde un buen año es que se produzcan desastres en los países que también tienden sus hamacas en las playas. Hemos pasado de querer competir con Francia e Italia a beneficiarnos de las rebelines del Norte de África y el hundimiento de Grecia. No hemos ido más allá de eso de pasar del “turismo de mochila” al “turismo de calidad”, que no es más que pasar de la tortilla de patata de siempre a la de diseño de Ferrán Adriá.
Triste. Pero debemos empezar a exigir otro tipo de desarrollo acorde con la capacidad de nuestro país. No basta con tener dinero; hay que saber la mejor forma de emplearlo. Lo dijimos ya en algún momento: el auténtico fracaso educativo español no es que se suspenda más o menos. El auténtico fracaso educativo es que los mejores alumnos no encuentren un hueco en su propio país. En vez de solucionarlo, los animan a aprender idiomas.

* Joseph Stiglitz (2006): Cómo hacer que funcione la globalización. Taurus, Madrid.



lunes, 25 de julio de 2011

La locura de la intransigencia

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

El rápido análisis que se está haciendo del escrito manifiesto de 1.500 páginas que el asesino de Noruega permite confirmar los elementos que habíamos señalado desde los primeros momentos. Su cita detallada de los blogueros norteamericanos anti-islam*, que comenta The New York Times, y su mención de ciertos detalles de la política española y de sus personajes, tal como recoge nuestra prensa, nos adentran en la idea de un personaje hiperinformado, una esponja de las toneladas de informaciones a las que la red permite acceder. Solitario en un sentido, en otro es un eco perverso de miles de fuentes.
La hipótesis del grupo se ha ido disolviendo y a los detenidos del fin de semana los han soltado sin cargos. El asesino mantiene la soledad de su acto, la heroica grandeza del cazador solitario. La pretensión de presentarse a declarar con uniforme no es más que un dato más de su personalidad. Las fotografías en las que aparece como “universal soldier” forman parte de las proyecciones que su psique necesitaba para encarnar el ideal que representaba ante sí. El no haberse suicidado tras la matanza se funda en la necesidad que tiene de transmitir su mensaje al mundo. Este tipo de asesino trata de convencer a los demás de la necesidad de sus acciones, de mostrar cómo son capaces de percibir, desde su finura clarividente, los males que los demás no perciben en su ignorancia. Es un asesino didáctico, un avisador de los desastres, un profeta criminal.


Los detalles sobre España** que nos cuentan son dignos de reflexión y deberían hacernos pensar en el tipo de caldo de cultivo que estamos creando. El asesino ha acusado directamente al presidente Zapatero de estar colocado en el gobierno por el terrorismo de Al Qaeda, en referencia a las acciones terroristas del 11-M en Madrid. También interpreta el nombramiento de la ministra Carme Chacón, entonces embarazada, como un signo de debilidad, casi un insulto, para con el Ejército español, al que se estaría desarmando ante la invasión islámica. La llegada de la inmigración no sería más que la confirmación de la penetración de un ejército invisible. Rodríguez Zapatero sería una especie de traidor, un nuevo “conde Don Julián”, favorecedor con su traición al cristianismo de la imposición del Islam en España y posteriormente en Europa.
Ejemplo de blog de tarado salvapatrias. No es Noruega
Lo grave de todo esto es que no son las fabulaciones de un noruego psicópata, sino la recolección de muchas barbaridades y desmesuras que nosotros mismos producimos al hilo de nuestras bregas políticas y despropósitos verbales. Todas estas estupideces pueden ser rastreadas por nuestras webs con solo ponerlas en google. Las encontraremos en webs y blogs de tarados neonazis, jóvenes salvadores de la patria en peligro, bautizadores a la fuerza, redentores de almas descarriadas por los equivocados caminos que nos desviaron de Covadonga o Trento. Pero, desgraciadamente las encontraremos también en las burlas, en las ironías y chistes, a los que hemos reducido el debate político en nuestro país. Lejos de preocuparnos por la solución de problemas reales, por debatir sobre economía cuando tenemos un problema económico, seguimos ahondando en descalificaciones. Es el resultado de tener políticos sin trasfondo, incapaces de debatir sobre problemas más allá de este tipo de refriegas verbales descalificadoras.
Esa visión distorsionada de la historia y de la realidad, esas barbaridades e ignorancias mezcladas y difundidas sin que nadie las repruebe, esos comentarios, racistas, xenófobos, machistas, retrógrados, etc., que salpican foros, que se acumulan en el tiempo y actúan como refuerzo de locos solitarios que un día ven con claridad lo mal que está el mundo y deciden cambiarlo llevándose por delante a decenas de personas.
Todos los que han sembrado el odio —en serio o como gracia—, ven ahora ante sí el fruto de sus palabras sin medida. Las palabras son bombas de relojería cuando caen en las mentes de los locos o los clarividentes. Su locura no debe ser la nuestra. Construir muros con los que arrinconar y estigmatizar a los que no piensan como nosotros acaba produciendo estos dictadores de la acción, estos escultores de la historia a golpe de masacre.
La reedición de la "leyenda del traidor D. Julián"
Los “yo no quise decir”, los “no pensaba”, los “cómo me podía imaginar” no son más que los lamentos de los que no entienden que la violencia verbal acaba engendrando violencia, que acaba estallando en manos de locos. Hace falta otra forma de hacer política, pero también hace falta otra forma de hablar de política, de pensar en ella y de hacer pensar. La gestión de las emociones en vez de las ideas tiene estas consecuencias.
Las preguntas necesarias son quién le enseñó esa forma de “ser cristiano” a ese asesino; quién le enseñó “historia” a ese ignorante; quién le enseñó “política” a ese fanático. Somos el resultado de lo que nos rodea activa o reactivamente. Nuestro carácter se forma en nuestras luchas y en nuestras adhesiones día tras día. Mientras se enseñe intransigencia, habrá asesinos como estos. Hay que vigilar los coros que acompañan a los solistas.

* “Killing in Norway Spotlight Anti-Muslim Thought in U.S.” The New York Times 24/07/2011 http://www.nytimes.com/2011/07/25/us/25debate.html?hp
** “El autor de la matanza de Noruega comparece esta mañana ante el juez” El País 25/07/2011 http://www.elpais.com/articulo/internacional/autor/matanza/Noruega/comparece/manana/juez/elpepuint/20110725elpepuint_2/Tes

Egipto y el reloj de la historia

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Los incidentes de los últimos días en Egipto demuestran que la cúpula militar que dirige el país no está dispuesta a que el control se le vaya de las manos. El creciente malestar hacia sus decisiones y al tempo que trata de imprimir a la revolución está sembrando de descontento el país.
La celebración de juicios militares a los civiles y la forma de tratar las manifestaciones está creando una fisura importante y está haciendo que la sociedad se muestre de nuevo escéptica sobre el futuro de los cambios reales y la revolución.
La Junta militar no es el resultado del levantamiento, sino del régimen de Mubarak. La cúpula militar, los militares que la componen, son el resultado del vacío dejado por el ex presidente y no por el impulso de la calle. La primera ficción de un Ejército separado del régimen al que sostuvo y fundamentó durante décadas solo podía durar un tiempo, el suficiente como para que se manifestaran la diversidad de los intereses.
Un Ejército que se ve forzado a apoyar las acciones en detrimento de su propia seguridad institucional y jurídica no es el mejor aliado para salir hacia un sistema democrático cuyo primer objetivo debe ser limpiar de corrupción el país. Pensar que el Ejército —o sus dirigentes— estaban al margen de lo que ocurría en Egipto, es decir, que sostenían un régimen que desconocían y a cambio de nada es de una gran ingenuidad. Con todo, fue una ingenuidad necesaria, la ficción fundadora de una alianza entre el pueblo egipcio y su ejército para poder librarse de su dictador y comandante supremo, respectivamente.
El camino emprendido por la sociedad egipcia no tiene vuelta, como saben bien los militares desde el primero momento, desde que tuvieron que decidir si seguían apoyando a su jefe o si, con harto dolor de su corazón, debía pedirle que se fuera a un balneario. Las exigencias y la firmeza de la sociedad egipcia, manifestada en ese escenario dramático que es la Plaza de Tahrir, son el resultado de la intuición general de que el proceso revolucionario está solo a mitad de camino.
Egipto necesitará que el gobierno que salga de las urnas sea fuerte y el parlamento esté muy unido en sus objetivos de establecer una democracia. Los pasos que tendrán que ir dando, en función de esa fortaleza y firmeza, deberán dirigirse a la consolidación de un nuevo sistema político en el que no pueden convivir las viejas y las nuevas formas.

La juventud egipcia, en la que el conjunto de la sociedad ha depositado su apuesta, tiene la responsabilidad de aceptar la política como un servicio a su propio país. El “orgulloso de ser egipcio” debe traducirse en provocar el relevo generacional en las instituciones. Egipto, país muy tradicional, ha traducido en jerarquías de edad las jerarquías de poder. En ningún otro país es más necesaria una revolución generacional porque las generaciones anteriores están marcadas en su conjunto por esa mentalidad, la que mantuvo al “padre Mubarak” al frente de la familia egipcia, rodeado de millones de hijos e hijas. Son ahora los “nietos de la revolución” los que reclaman con todo derecho la posibilidad de sacar adelante su país, oportunidad que las anteriores generaciones desperdiciaron al dejarse arrastrar por el abandono que llevó al país a la situación que hizo estallar finalmente la revolución. Cuando un sistema político tiene a todo el país discutiendo sobre si el próximo presidente será una vez más el mismo de los últimos treinta años o su hijo, se ha llegado al tope al que llegó Egipto y otros países de la zona aquejados del mismo mal, la detención del tiempo.
Los egipcios han querido poner de nuevo en marcha el reloj de su historia. Por eso es importante que 28 grupos políticos se hayan manifestado para que la cúpula militar vaya fijando el calendario de su participación y cese en el proceso político*. Pero los intereses en que el reloj no se ponga en marcha siguen existiendo y controlando una parte de lo que ocurre. La unidad es esencial para demostrar que se está realmente en un proceso de transición y no en un nuevo presente eterno.
Egipto ha elegido salir de la corrupción y la dejadez que hace derrumbarse lo que construyen con gran esfuerzo y reducirlo a polvo hasta fundirse con las arenas del desierto. Va siendo hora de que las energías y el entusiasmo de sus jóvenes se traduzcan en construcciones para el futuro. Se lo merecen. Y también los que siguen dejando su vida por conseguir libertades en los países próximos necesitan saber también que su lucha tiene un sentido y su victoria futura un respaldo en un Egipto democrático y generoso que quiere compartir su  libertad con los demás pueblos.

* "28 politicals groups call on military to set timeline for power handover" Al-Masry Al-Youm 23/07/2011 http://www.almasryalyoum.com/en/node/479712