sábado, 21 de mayo de 2011

Las personas superfluas toman la palabra


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Reencuentro por casualidad una antigua reseña que realicé sobre un libro de Mª Ángeles Maeso, poeta, novelista y amiga, que sabe mucho de marginaciones y marginados, cuya palabra cuadra bien con el escenario ciudadano que tenemos estos días. Las palabras me llevan de nuevo a la Puerta del Sol, a la gente reunida, a sus peticiones y quejas. El título del libro es Basura Mundi*. Mª Ángeles es una de esas personas que, como verdadera artista, tiene antes abierta la herida y nos permite reencontrar en su palabra nuestra propia condición. El verdadero arte no aliena, revela.
Escribió Mª Ángeles Maeso en uno de los poemas:

De los miles de millones
de personas superfluas
de un informe,
40.000 están aquí (Vertederos bajo la tormenta, 16)*

Mª Ángeles Maeso
La Puerta del Sol, el kilómetro cero de nuestro país, el punto del que salen a todas partes las carreteras, tiene algo de ese “aquí”, real y simbólico del poema de Maeso. Son los jóvenes superfluos, los parados superfluos, los inmigrantes superfluos, las madres superfluas, los viejos superfluos que hoy están aquí.
Lo que la gente está pidiendo es la rehumanización del sistema, acabar con el concepto de superfluo como eje de nuestra vida. No sobra nadie en este mundo; nadie es superfluo. Llevamos algunas décadas en las que el sistema social se ha convertido en un aparato en el que los únicos parámetros que cuentan no tienen en cuenta a las personas. Hemos creado un sistema en el que no se preocupan por tu salud, sino por el número de horas laborales perdidas que causa tu enfermedad; que no te vacunan para que estés sano, sino para que no haya que hacer centros de salud más grandes y contratar menos médicos. No te educan para que seas una persona madura, sino para que seas más eficaz en tu puesto de trabajo. Estamos en un mundo en el que lo que tengan que hacer tres, lo hacen dos y por el precio de uno.
La sensación general es que no importas a nadie; un mundo de amabilidad y sonrisas prefabricadas, ensayadas en las clases de formación de comerciales. Se han cargado las tintas en lo exterior, en la imagen, auténtica obsesión, causando frustraciones y depresiones a las personas que no entran en los estándares oficiales. Vemos el mundo como un gigantesco centro comercial en el que alternativamente unos venden y otros compran. No vemos más allá. No interesa que veamos más allá.
Hace unos días, cuando realizaba unas compras en un centro comercial, tuve ocasión de escuchar, mientras esperaba a que me atendieran, una conversación entre dos dependientas. Hablaban del sistema que habían desarrollado para protegerse entre ellas. Las ventas grandes que hacían, por encima de cierta cantidad, se las asignaban entre dos. Era un sistema pensado para evitar que se dieran entre los vendedores diferencias grandes en las ventas. De esta forma, el intento de convertirlas en competidoras por las ventas y en eliminar a las de más baja productividad, se paliaba por el reparto de las grandes cantidades que las igualaban entre ellas. Se estaban protegiendo y estaban creando lazos. Nadie quiere pasar al grupo de los superfluos.
La situación tiene un valor simbólico y nos permite entender el deseo de mucha gente de funcionar de otra manera. Estamos sacrificando muchas cosas en nombre del éxito, de la eficiencia, de la excelencia, etc. y estamos sacrificando valores como la solidaridad y la capacidad de compartir lo mejor y lo peor. Humanizar nuestro trabajo es una forma de hacerlo más eficaz, pero en otros términos. Las sociedades que son capaces de generar un tejido social rico avanzan porque se sienten solidarias y responsables entre ellas y lo extienden al resto.
El objetivo de la vida es lo que nos está fallando, porque se nos obliga, se nos fuerza a vivir dentro de un sistema de ideales que no compartimos, que se ha excedido ampliamente. Nos han fallado los mecanismos de expresarnos, de hacer oír las voces con estos deseos y hacer que se cumplan. Eso es, en gran medida, lo que se está pidiendo, un cambio de sensibilidad que reoriente la acción social. Gestos y acciones reales. Los gestos tienen un valor importante por lo que tiene de orientación, pero solo si van acompañados de acciones que confirmen que no están vacíos.
Acabemos con la idea de lo superfluo. Declarémosla superflua.

Somos ricos. Somos libres.
Vivimos en paz.
Somos de primera
Lo dice una de las teles
De una de las chabolas. (Basura en los labios, 35)*

* Mª Ángeles Maeso (2008): Basura mundi. Huerga & Fierro, Madrid, 60 pp. ISBN: 978-84-8374-716-2.


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