miércoles, 20 de abril de 2011

Mubarak, la realidad y el destino

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El gobierno egipcio ha dado un paso más en el desmantelamiento del partido de Hosni Mubarak, el Partido Nacional Democrático (PND). Este paso es de gran trascendencia después de que los hijos del ex dictador y Mubarak fueran arrestados para iniciar el proceso de enjuiciamiento. Se cumple así una segunda reivindicación esencial en el tránsito hacia un sistema democrático en el país. Tras la elaboración de la acusación contra Mubarak y su familia, disolver el aparato del partido era un punto decisivo para cerrar el pasado y para abrir el futuro, especialmente en las elecciones que se avecinan tras el verano.
Los bienes del PND han sido transferidos al Estado y la sede central del partido en Giza ha sido destinada al Consejo Nacional de los Derechos Humanos. Es la recuperación simbólica del espacio para el pueblo egipcio. Pasar de sede del partido oficial a sede de organismos de defensa de los derechos humanos es un mensaje enviado a todos sobre el cambio producido y su determinación.

Encuesta en la prensa
Las autoridades ya han hecho pública las cifras de las víctimas de la revolución: 846 muertos y 6.467 heridos. Con este balance final, Egipto afronta los procesos judiciales contra los responsables de tratar de sofocar el levantamiento usando la fuerza contra el pueblo y los procesos paralelos por corrupción durante la dictadura. No es un camino fácil, especialmente en lo que es la principal reivindicación: sentar a Mubarak en el banquillo.
Los factores que entran aquí son múltiples y no estrictamente de orden judicial. Para unos, cualquier sentimentalismo es negativo; para otros, en cambio, llevar a Mubarak ante un juez puede suponer un trauma nacional y el país no estaría preparado aún. El hecho mismo de que no haya ingresado en prisión, aduciendo motivos de salud —una crisis cardiaca durante los interrogatorios, que otros niegan— y se mantenga en vigilancia en su residencia, trataría de evitar que sufriera las humillaciones que algunos no verían con buenos ojos.
Mubarak ha sido militar y fue un héroe de guerra. El Ejército, que controla el país en estos momentos, se puede sentir incómodo viendo a su ex jefe, con más de ochenta años, batiéndose ante un tribunal. La excusa de la salud puede buscar la dilación indefinida a la espera que se produzca un desenlace natural, la muerte de Mubarak. Algunos ya apuntan lo que un juicio de este tipo, ante las acusaciones presentadas, podría durar. Se habla de décadas. Para otros, un juicio en caliente no sería bueno.
Los juicios a los dictadores son siempre complicados. A veces los exilios dejan las manos libres para ir reconstruyendo a la espera de posibles extradiciones para responder de las acusaciones. Muchos dictadores son juzgados en ausencia y siempre está el veredicto de la opinión pública y del levantamiento mismo. Sin embargo, Mubarak eligió, según su propia expresión, morir en Egipto. Los egipcios son muy legalistas y no renunciarán a la posibilidad de enjuiciarlo. Otra cosa es cómo se pueda llevar a cabo y el momento en que pueda hacerse. Hoy el tema se debate incluso en las preguntas que los medios realizan a sus lectores.
Una fuente militar sin identificar, citada por la prensa egipcia, ha hecho una interesante observación: "Psicológicamente, el ex presidente puede tener dificultades para llegar a un acuerdo con su destino"*. El concepto de destino de los dictadores es complejo ya que se liga al del pueblo al que dominan. Los dictadores de carácter mesiánico, los que se ven a sí mismos como líderes naturales y salvadores de sus pueblos, no acaban de entender lo que les ocurre y se disocian de la realidad que se ha vuelto contra ellos. De ahí la recurrente negación del pueblo como pueblo: el pueblo les ama y los que se enfrentan a ellos son conspiradores extranjeros o vendidos a otras naciones. No les entra en la cabeza lo que han sido, tormento de sus pueblos. A esto contribuyen tanto sus propias personalidades como los entornos, que tienden a aislarlos y a adularlos en sus decisiones.
Por eso, la matización de la fuente militar sobre el “destino” resalta ese conflicto interno para llegar a aceptar —o no— que lo que él consideraba un destino guiado, aquel dedo de Mubarak señalando al cielo [ver entrada], no fuera más que un malentendido. Es duro descubrir que no eres un enviado. Pero ha sido bastante más duro para los que lo han padecido.

* “Will Egypt’s former ruler Mubarak ever face trial?” The DailyNewsEgypt  19/04/2011 http://www.thedailynewsegypt.com/egypt/will-egypts-former-ruler-mubarak-ever-face-trial.html


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