viernes, 29 de abril de 2011

Marrakech: contra los atentados, apostar por la democracia


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los intereses para que el mundo árabe no avance hacia la democracia son múltiples y extraños, muchas veces de frentes absolutamente dispares, pero coincidentes en sus objetivos. La diversidad de situaciones, los intereses en juego de los vecinos, los intereses de los vecinos de los vecinos, los intereses de los socios económicos…, un larguísimo rosario de interesados en que no haya avances.
Los levantamientos en estos países tienen un punto en común: no quieren a sus gobernantes. Eso es lo esencial. Están hartos de tener que tragarse lo que opinan de lo que ocurre a su alrededor; están hartos de tener que estar todo el día viendo en cada esquina, en cada pared, los retratos de gente que les oprime, se queda con su dinero, y no mejora un ápice su vida.
El atentado de ayer en Marrakech tiene efectos negativos para muchos y positivos para muy pocos. Habrá que preguntarse a quién aprovecha para llegar a saber quién está detrás de cualquier fanático o secta que aparezca como responsable. Es cierto que hay muchos incontrolados y que basta una persona para provocar una masacre, pero no suele ser así.

El restaurante Argana, antes y después del atentado

La democracia está trayendo cambios acelerados. Necesariamente, los pueblos que van ganando en capacidad de decisión modifican sus posiciones hacia otras opciones con las que estén más de acuerdo y que consideran suyas. Esto puede afectar, obviamente, a las relaciones con otros. Eso está ocurriendo con las nuevas orientaciones políticas de Egipto*. Desde el principio, quien más reticente se ha mostrado con la perspectiva del cambio ha sido el Estado de Israel. Sin embargo, las razones que Israel aduce no han sido nunca positivas, sino que han partido de la negación de que en los países árabes se pudiera dar una democracia. Esta afirmación rotunda y desacertada se realiza desde la creencia de que Israel representa la única democracia en la zona y que así seguirá siendo. Sin embargo, la democracia es algo más. Y eso incluye el desear que los demás puedan llegar a serlo. Cualquier democracia que se considere exclusiva, realmente no lo es. El demócrata quiere que los demás lo sean, aunque eso signifique no estar de acuerdo.
Hay que apostar por la democracia y la paz en la zona. No es lo mismo, pero no son elementos incompatibles. Israel tiene que asumir el proceso de democratización de los países de la zona y dejar de practicar el determinismo cultural: que el mundo árabe no puede ser democrático porque carece de las bases para ello. La posibilidad de apertura democrática en la zona puede ser la oportunidad para realizar avances auténticos hacia una solución que hasta el momento no llega más que a través de mantener a los países controlados desde fuera. Esto lo único que ha hecho es generar rechazos y tensiones por la pérdida de soberanía real.
Israel tiene que entender —y practicar— que debe buscar soluciones negociadas y no recurrir a las presiones artificiales de terceros que solo han servido para producir una calma relativa a costa de mantener regímenes dictatoriales que garantizaban su “tranquilidad”. Es una ocasión histórica para Israel como lo es para toda la zona. Cualquier acuerdo con deseo de futuro y de solución pasará por los pueblos. Lo demás será artificial y provisional. Tendrá que salir de sus posiciones cerradas y negociar. Igualmente, las nuevas democracias deberán aprender a controlar la violencia interna de los extremismos y actuar como mediadores ejerciendo la autoridad y la obligación moral que supone tener libertad.
El atentado de ayer en Marrakech es un atentado múltiple: contra Occidente, pero sobre todo contra los cambios democráticos en Marruecos y en los demás países. Me temo que no será el último y se puede producir un aumento en diversos escenarios. Lo que es necesario tener claro es que, sean contra el que sean, en el fondo lo que buscan es cercenar las posibilidades de acceso a la libertad de los pueblos, aislarlos de nuevo.
En el siglo XXI solo es posible construir un mundo habitable desde unas relaciones de libertad y fomento del desarrollo de los países más atrasados. Seguir manteniendo políticas neocoloniales a través de las nuevas formas de intervención económica o militar, seguir practicando diplomacias de intereses y presiones a cualquier precio ignorando las voluntades de los países y sus deseos de mejora social, no generará nunca nada bueno. No lo ha producido hasta el momento.
En las últimas décadas  el mundo se ha llenado de bellas de declaraciones y actos inútiles. Va siendo hora de invertir en transformaciones reales. Los enemigos de la democracia en los países árabes son muchos y diversos, pero las ganas de ser libres las tienen casi todos.

* David D. Kirkpatrick, “In Shift, Egypt Warms to Iran and Hamas, Israel’s Foes” The New York Times 28/04/2011 http://www.nytimes.com/2011/04/29/world/middleeast/29egypt.html?_r=1&hp

La plaza en la que se encuentra el restaurante


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