miércoles, 27 de abril de 2011

Los suicidas de France Télécom

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En la empresa France Télécom tienen una epidemia de suicidios. Según los datos que aporta el diario El Mundo, “el año pasado, 25 personas se quitaron la vida y entre 2008 y 2009, 35”.* La empresa tardó en reconocer su responsabilidad en el estado de los trabajadores hasta que uno de los suicidas denunció “una ’sobrecarga de trabajo’ y una ‘gestión basada en el terror’.*
Estremece y aterra que un suicidio aparezca en la sección de Economía por lo que implica de especialización: suben o bajan las muertes, como sube o baja la Bolsa, como se habla de beneficios y pérdidas… Pero las pérdidas aquí son humanas y esta muerte se considera un accidente laboral. Significa que la desesperación es un riesgo del trabajo. Pero un accidente es otra cosa. Aquí no hay lugar a cascos, ni a cuerdas que nos sujeten a ningún lado, ni mascarillas que nos eviten respirar sustancias tóxicas… Aquí el riesgo es el trabajo mismo o, para ser más precisos, la forma en que te hacen vivirlo, esa "gestión basada en el terror". La empresa, nos cuenta la prensa, está dando cursillos preventivos para evitar que los empleados se sigan suicidando.
  ¿Cómo valora a su formador? Puntúelo de 1 a 9 ¿Se explicó con claridad? ¿Considera que los conocimientos aportados son útiles para su puesto de trabajo?¿Se siente ahora más identificado con la política de la empresa?...
¿Sigue queriendo matarse?¿Desea más información? ¿Recomendaría este cursillo? Esta información es confidencial.

 ¿Qué está ocurriendo en France Télécom? ¿Qué nos está ocurriendo? Nos sorprende el acto de dignidad del tunecino abofeteado, humillado, al que le quitan el puesto callejero con el que mantiene a su familia, nos sorprenden los imitadores en otros países, pero somos incapaces de ver el significado, el mensaje que nos están enviando día tras día.
En el año 2009, la empresa negaba que los suicidios fueran algo al margen de las tasas nacionales normales y señalaba que se debían a circunstancias personales. En el año 2000 se había producido 28 suicidios de empleados; la tasa nacional es de 26 por cada 100.000 habitantes, según la OMS. La empresa consideró que eran cifras normales ya que tiene 100.000 empleados. Pero el suicida que dio lugar a la noticia se había abierto el estómago con un cuchillo en plena reunión de trabajo al notificársele un traslado.** No era un lugar muy íntimo para hacerlo; no era el escenario para dar salida a los problemas personales.
El gigante taiwanés Foxconn —fabricante para Apple. Hewlett-Packard y Sony Erickson—, con más de 420.000 empleados en su factoría-ciudad de Shenzhen, contrató 2.000 psiquiatras y algunos monjes budistas en 2010 para atender la salud mental de sus empleados ante los frecuentes casos de suicidio lanzándose al vacío. Steve Jobs***, el presidente ejecutivo de Apple, tuvo que salir a decir que sus productos no estaban “contaminados” por condiciones de sobre explotación en China. Pero algo ocurría a los chinos que se lanzaban al vacío. La empresa decidió poner redes de seguridad en los edificios.
En 2009, las cifras oficiales de Estados Unidos hablaban del aumento del 28% de la cifra de “suicidios en el lugar de trabajo”****, frente al descenso del 10% en las muertes laborales. 251 personas se suicidaron en sus empresas, la cifra más alta desde que en 1992 comenzaron a desarrollar las estadísticas.
Podríamos seguir…
El trabajador de France Télécom se ha quemado. La revolución de Túnez, la que encendió lo que ocurre hoy en todos los países árabes, comenzó con un joven que se quemó a lo bonzo [ver entrada]. Prenderse fuego es una forma especial de suicidio. Todas lo son, pero quemarse conlleva un elemento de atención y protesta pública. El suicidio quemándote es arrojar tu muerte a la cara de alguien, acusar, señalar con el dedo, dejar en evidencia.


En la pared de France Télécom ha quedado una mancha negra, una mancha tiznada, testimonio de una muerte horrible, testimonio de una desesperación. Una mancha y unas solitarias flores, un intento de humanizar una pared marcada, sangre negra.
Nuestra “filosofía” empresarial, nuestro modelo deshumaniza; no quiere seres humanos, quiere resultados. Los seres humanos no son más que medios para conseguirlos. Somete a  presión constante y las muertes son un goteo, la punta visible del iceberg de la depresión, la angustia y la desesperación en la que muchos se encuentran permanentemente. Hemos hecho un mundo de incentivos dobles, los del éxito y los del suicidio. Nuestro listón está constantemente elevándose en una insaciable exigencia de eficacia. La sonrisa del éxito no es más que una máscara que oculta los procesos interiores, absolutamente destructivos, que produce.
Los suicidas laborales son la cara opuesta de un sistema que se basa en la satisfacción momentánea y en la insatisfacción permanente; un sistema que lleva al límite y nunca se relaja porque lo que has conseguido no es más que una parte de lo que puedes conseguir. La tensión no alcanza solo a las empresas que van mal, también se vive en las que van bien porque eso no significa nada. No hay que ir bien, hay que ir mejor. Nunca es bastante. El show económico debe continuar.

* “Un trabajador de France Télécom se suicida a lo bonzo” El Mundo 26/04/2011  http://www.elmundo.es/elmundo/2011/04/26/economia/1303820424.html
** “Francia, inquieta ante los suicidios en France Telecom” El Mundo 14/09/2009 http://www.elmundo.es/elmundo/2009/09/13/internacional/1252803654.html
*** “Steve Jobs encuentra ‘preocupante’ los suicidios en la fábrica de Foxconn en China” El Mundo 2/06/2010 http://www.elmundo.es/elmundo/2010/06/02/navegante/1275464699.html

2 comentarios:

  1. Gracias por desarrollar este tema. Se habla mucho de política o de empresas que estafan, pero no lo suficiente de lo que está pasando dentro.
    Un abrazo, Joaquín.
    (Con tu permiso, lo comparto en mi página de Fb)

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  2. Desgraciadamente, se considera que es un riesgo más del trabajo, como si fuera subir escaleras. Hay muchos casos, demasiados. Y todos apuntan a las mismas causas. Por supuesto, gracias por compartirlo, Bel. Un abrazo, Joaquín

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