jueves, 3 de febrero de 2011

¿Está Occidente preparado para asumir la democracia en el mundo árabe?

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Mientras sigue el baño de sangre en la Plaza de Tahrir en El Cairo y se prepara el “día de la salida” para el próximo viernes, Occidente se sigue debatiendo entre sus contradicciones congénitas. Simon Peres hacía el razonamiento, hace muy pocas horas, sobre la democracia y su fondo cultural. Venía a decir que una sublevación en Egipto que llevara a unas reformas democráticas no era una garantía, ya que la democracia suponía una cultura y eso es algo más que unas elecciones. Podía hacerse una reforma democrática y sus resultados traer la muerte de la democracia. No deja de ser interesante que está reflexión venga de Israel cuando eso fue lo que ocurrió en el centro de nuestra civilizada Europa con el ascenso democrático de Hitler. No, la cultura no es una garantía ni, sobre todo, una exclusión.

La idea de que la democracia es un “invento europeo” y que no se puede exportar con garantías es una vergonzosa manera de interpretar la Historia que, desgraciadamente, no es solo el pensamiento de Peres. Este razonamiento ha justificado muchas injusticias en todo el mundo, desde el colonialismo al mantenimiento de las dictaduras. El largo historial de guerras en Europa hasta el final de la Segunda Guerra Mundial y los conflictos desencadenados en los Balcanes o en otros escenarios próximos, invalidan este razonamiento perverso de una idílica democracia europea.

Es esta misma idea la que ha permitido a Mubarak (y a otros) controlar a su pueblo durante años. Sabía que era un dictador y, lo más importante, sabía que los que le apoyaban internacionalmente lo sabían. Lo único que se le pedía es que no fuera un dictador escandaloso que comprometiera la posición de los gobiernos con sus respectivas opiniones públicas nacionales. También era importante que los que quisieran oponerse lo supieran. No que supieran que era un dictador, algo que además de saberlo lo padecían, sino que los de dentro supieran que los de fuera lo sabían. De esta forma se cercenaban sus esperanzas. ¿A quién recurres cuando los de fuera apoyan a tu dictador?

El País publica hoy unas interesantes y lúcidas declaraciones del príncipe Mulay Hichan*, el tercero en la sucesión dinástica de Marruecos, primo segundo del rey Mohamed VI. Dice Mulay Hichan que estos nuevos movimientos “rechazan la tesis de la excepción árabe” y suponen una ruptura generacional. Rechazar la excepcionalidad es reclamar el derecho del mundo árabe a la modernización a través de la libertad democrática, a librarse del autoritarismo que ha servido para mantener controlados a estos pueblos por diversos “salvadores” del orden, la patria o la religión. Los primeros interesados en mantener la excepcionalidad árabe han sido los dictadores, los segundos los países occidentales que preferían relaciones con sociedades controladas.

Pero este sistema ha dejado de ser aceptable para esas sociedades que ven frenadas sus aspiraciones y, sobre todo, se ven sumidas en grandes bolsas de corrupción y sufren la desidia de sus gobernantes. El mundo árabe, como cualquier otro, tiene derecho a desear la libertad y la democracia para poder regir sus propios destinos. Lo más importante: no tienen porqué pedirnos autorización a nosotros. La democracia no puede considerarse bajo un sistema de patentes o royalties. La democracia no es europea, no es occidental; es un derecho esencial de los pueblos y las personas. Lo demás es encubrir con sesudos ensayos el racismo o el egoísmo hipócrita.

Las nuevas generaciones árabes ya no tienen como referentes a sus dictadores. Tienen amigos repartidos por todo el mundo gracias a las redes sociales, ven el mundo que hay más allá de sus fronteras. No se sienten condenados al autoritarismo para mayor comodidad de nadie.

* “Marruecos no será la excepción”. Entrevista a Mulay Hichan. El País 3/02/2011.

http://www.elpais.com/articulo/internacional/Marruecos/sera/excepcion/elpepuint/20110131elpepiint_9/Tes



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